Los vi morir

En la batalla de hambres, la de playoff del Herbalife Gran Canaria se impuso 65 – 76 a la de permanencia del Montakit Fuenlabrada [Foto portada: EFE]

Los ví morir
Theobald Philips

(Foto: ACB Photo) Diagné, uno de los mejores de su equipo

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Diagné, uno de los mejores de su equipo

Poco duran las esperanzas en casa del pobre y, en la de Fuenlabrada, las de que Herbalife Gran Canaria viniera arrastrando la resaca de su gran victoria europea se desvanecieron en apenas dos minutos y medio, los que Brad Newley con un triple y Tomás bellas con 4 puntos tardaron en disparar el marcador a un 0-7, en una ventaja que prácticamente ya no cedieron durante el resto del partido. Daba igual que el nuevo cuerpo técnico local hubiera cambiado las rotaciones sacando a Diagné y Miso de inicio, o metiendo por fin a Dani Pérez como primer recambio en el puesto de base. Fuenlabrada remaba, agresivos atrás pero sin encontrar su sitio en ataque, maniatado Andy Panko por el alero australiano de los amarillos. Aún así, el corazón naranja pudo reponerse al inicio y acercarse todo lo que pudo a sus rivales, sobre todo encontrando en los cielos las manos de Moussa Diagné, que destrozaron el aro para acercarse a apenas un punto, con 40 segundos por jugarse. Acercarse, estar con al agua al cuello y ver a un paso (11 – 12) la línea salvadora de la tierra, que de forma cruel el Gran Canaria alejó con un pequeño parcial que volvió a recuperar prácticamente la distancia inicial (13 – 18). Esa fue la tónica del partido.

Siguió remando el Fuenlabrada en el segundo cuarto, pero el espejismo de Deji Akindele bailando a un Tavares que, en el primer cuarto, había sido gastado por Diagné, se quedó en eso, en un espejismo como lo han sido los últimos partidos del 17 fuenlabreño, que apenas pudo sacar en claro un tiro libre. Sin embargo, Gran Canaria sí encontraba a sus tiradores, Kuric, Urtasun, Oliver y, desde el perímetro, castigaba los fallos locales para llegar a unos cómodos 11 puntos de ventaja (19 – 30). No bastaba el corazón, pues al poco acierto en ataque, con paupérrimos porcentajes, se le añadía la harina espesante que suponía tener a Josh Mayo en el timón. Fue la salida del pequeño americano y del desangelado Akindele de la pista (3 tiros en todo el partido), y la vuelta de los más implicados Andrés Miso y Moussa Diagné, lo que devolvió cierta fluidez al juego de los de Jesús Sala. A su rebufo, Andy Panko, hasta entonces atrapado entre los barrotes de Brad newley, Ian O’leary y Eulis Báez, decidió que no era el día de ser Supermán, sino de trabajarse cada punto desde el tiro libre y ayudar en el rebote. Con esa fórmula, Montakit rascó hasta un 30 – 32 a minuto y medio del final, tras la ¡primera canasta en juego! de Panko y dos tiros libres de Alberto Díaz. Nuevamente cerca, y nuevamente Gran Canaria demostró su hechura de equipo grande, terminando el cuarto con un triple de Bellas y un tiro libre de Báez que dejaban un ambiguo 32 – 36 en el luminoso. En esa primera parte, Fuenlabrada había vivido de su agresividad defensiva, intentando restañar la sangría de porcentajes de tiro y pérdidas de balón con rebotes ofensivos y un 18/21 en tiros libres, fruto en muchos casos de esas segundas posesiones. No parecía suficiente bagaje contra el finalista de Eurocup.

(Foto: ACB Photo) Andrés Miso, vuelta a la rotación

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Andrés Miso, vuelta a la rotación

En el principio del tercer cuarto, ambos equipos se vieron presa de los nervios. Fuenlabrada seguía perdiendo balones, o fallando más tiros de los que situación le debería permitir, con Panko excesivamente empeñado en tirar dese el 6,75. Pero, al contrario de lo que había pasado en los primeros veinte minutos, Herbalife no era capaz de castigar esos fallos, manteniéndose durante mucho tiempo esos cuatro puntos de diferencia con los que nos habíamos ido al descanso. Un triple de Dani Pérez en el minuto 27 fue el canto del cisne naranja (46 – 47), que a partir de ahí encajó un parcial de 2 – 8, iniciado por dos faltas consecutivas de Rolands Smits sobre Urtasun y Paulí que estos no perdonaron desde el tiro libre, y que remató Bellas poniendo en evidencia la defensa de Josh Mayo. Aún así, en el minuto treinta, el Fuenlabrada seguía en pie, tambaleándose pero en pie, teniendo todo un cuarto por delante para remontar el 48 – 55 que mostraba el marcador.

Al inicio de ese tramo decisivo, los equipos intercambiaron golpes, al mentón y -muchas veces- al aire, hasta que Albert Oliver, una vez más, tomó la manija del partido. De la mano del catalán, y sin que el juego fuera excesivamente brillante, Gran Canaria fue rascando algún puntito más a sus rivales que, enfrascados en echarle corazón, empezaban a jugar sin demasiada cabeza. Ya no se conseguían faltas y tiros libres, y ya no se dominaba el rebote. En un partido espeso, los esfuerzos cada vez eran más baldíos, dejando por ejemplo que una magnífica defensa de veintitrés segundos y medio finalizase con un rebote ofensivo de Eulis Báez y que, en el subsiguiente tiro del equipo canario, el rebote defensivo se escapara de entre los dedos de los pívots locales para que después de tanto ir y venir los salesianos consiguieran anotar algo, aunque fuera desde el tiro libre. Nada salía a Fuenlabrada y Oliver, que abrió su tumba con un triple que rompía el status quo (53 61), echó también la última paletada sobre el cadáver naranja con otro triple a falta de poco más de minuto y medio (59 – 68), que dejó las cosas sentenciadas.Cuando tras ese tiempo Fuenlabrada terminó su agonía con el 65 – 76 final, los pitos y gritos contra el palco fueron su himno fúnebre. Tras tanta lucha, los vi morir.