Noche de Walpurgis

Retrasó unas horas La Bruixa D’Or la celebración de la Noche de Walpurgis, sumiendo al Montakit Fuenlabrada en el aquelarre de la última plaza (68-53)

Noche de Walpurgis
Theobald Philips

«Traiga la escoba, traiga el bastón;
traiga la horquilla, traiga el cabrón;
quien no se pueda hoy remontar,
hombre perdido se ha de juzgar
«

(Coro de brujas, «Fausto», J.W.Goethe)

(Foto: Alba Pacheco / enCancha.com) Devin White hizo brujerías (21 pts, 26 val)

(Foto: Alba Pacheco / enCancha.com)
Devin White hizo brujerías (21 pts, 26 val)

Cuentan los viejos del lugar que, la noche del 30 de abril al 1 de mayo, es la Noche de Walpurgis. En ella las brujas, saliendo por las ventanas, por los huecos de las chimeneas, por los ojos de las cerraduras, montadas en escobas vuelan a reunirse en lugares secretos donde celebran ritos ancestrales que ningún buen cristiano debería ver. En esa noche es mejor quedarse en casa y no aventurarse en la tiniebla pues, el incauto que así lo hiciere, podría encontrarse con una de las brujas que, al reconocer en la furtiva figura a un no-iniciado en el culto secreto, primero jugará con él, haciéndole blanco de sus hechizos y tornando la realidad en apariencia para que cuando, loco, ya no pueda soportarlo más, conseguir condenar su alma de forma definitiva. Algo que le ocurrió con unas horas de retraso al humilde montador de cocinas que, confiado en sus propias fuerzas, paseaba tranquilo por el Vallès y se encontró con La Bruixa D’Or.

Fue su primer hechizo hacer que el Montakit Fuenlabrada viviera en sus propias carnes, pero desde el lado contrario, el mismo partido que hace menos de una semana jugaba en su cancha contra el Laboral Kutxa. Sí, sin comerlo ni beberlo, la parroquia naranja se vió atrapada en las carnes baskonistas, viendo como su rival empezaba como un huracán, cerrando el aro propio con una tapa (incluso en los tiros libres) y encontrando el contrario con facilidad, para fabricarse una ventaja (8-0) que, a la larga, y a pesar de los esfuerzos por romper el hechizo, no llegaría nunca a perderse del todo. Los de Pedro Martínez eran todo corazón, pero conscientes de lo que se jugaban también fueron presa de los nervios cuando los madrileños, una vez que Alberto Díaz sustituyó al inoperante Mayo y Diagné al apático Akindele, parecieron conseguir salvarse de la quema cerrando el cuarto con un sorprendente, vista las dinámicas de juego de ambos equipos, 13-8.

(Foto: Alba Pacheco / enCancha.com) Abracadabra, Sánchez hace desaparecer a Panko

(Foto: Alba Pacheco / enCancha.com)
Abracadabra, Sánchez hace desaparecer a Panko

El segundo de los hechizos, la transmutación de Alfonso Sánchez en un Bruce Bowen o un Isma Santos en la defensa sobre Panko, se rompió merced a la mezcla de faltas y cansancio del malacitano. Roger Grimau, a pesar de los esfuerzos, no pudo continuar la labor de su compañero y el terminator de Harrisburg tuvo por fin un respiro en el que anotar 7 puntos que, unidos al temor manresano a la oscura noche de los brazos de Diagné y al despertar de Branko Cvetkovic, hizo que el marcador se apretase aún más, pareciendo que Fuenlabrada había conseguido zafarse definitivamente de las asechanzas de la bruja y recuperar la línea de buen juego que había tenido en los últimos partidos. Pero las hechiceras son engañosas y, cuando los visitantes desearon jugar como los grandes, le concedió ese deseo para que se ahogara en él. Los de Jesús Sala comenzaron a jugar como el Real Madrid de los malos momentos, sin cerrar el rebote (con Sakic y Rizvic corrigiendo los fallos de sus compañeros) y no teniendo más recursos que tiros precipitados o sin posición desde el 6’75 (0/9) lo que, gracias a la voluntad de Manresa por pelear todos los balones, se tradujo en que la ventaja al descanso, en vez de disminuir, se había doblado (33-23).

Al reiniciar el juego, Moussa Diagné intentó acabar con el mal de ojo con uno de sus tapones, pero un triple de Seeley dejó claro que La Bruixa D’Or no iba a dejarse asustar tan fácilmente. De hecho Devin White, ante la impotente mirada de Josh Mayo, se montó en su escoba y, sin importarle la distancia a la que estuviera del aro, los segundos de reloj que restasen para agotar la posesión o, una vez sentado el pequeño 1 americano, la mano que le pusieran delante, disparó a los suyos hasta un 43-25 que amenazaba con destruir, además de las esperanzas de victoria del Montakit Fuenlabrada, la bolsa de canastas que Papá Noel les había traído al Fernando Martín. Daniel Clark, sin embargo, rompió el maleficio de la larga distancia embocando el primer triple madrileño cuando se llevaban ya veintisiete minutos de juego y, además, Deji Akindele recordó el jugador que una vez fue y, a base de forzar faltas a sus defensores, acercó de nuevo a los suyos hasta el punto de que, cuando agotado tuvo que ir a descansar al banco ya bien entrado el tercer minuto del último cuarto, Fuenlabrada había culminado un parcial de 2-12 para dejar el partido a tiro de piedra (47-42). Con el africano se sentó también Jorge Sanz, que había aportado desde el puesto de base tanto esfuerzo defensivo como cabeza ofensiva.

(Foto: Alba Pacheco / enCancha.com) Akindele apareció y desapareció a lo largo del partido

(Foto: Alba Pacheco / enCancha.com)
Akindele apareció y desapareció a lo largo del partido

Sin el exmadridista, White volvió a encontrar primero a Fotu y luego al aro, rematando una espectacular faena y devolviendo la condena de los 9 puntos de desventaja a los visitantes que, con balón hechizado que se les escapaba continuamente de las manos (23 pérdidas propias y 11 recuperaciones de Manresa), sin recordar una vez que volvió a pista que los balones a Akindele les había hecho remontar anteriormente, y con Panko excesivamente descentrado por su duelo particular con Sánchez, fueron incapaces de superar el esfuerzo defensivo y coraje de los manresanos que, sin mayores esfuerzos, cerraron una importante victoria aumentando la diferencia de puntos hasta el 68-53 final.

Como si formara parte del coro de brujas de la Noche de Walpurgis en el «Fausto» de Goethe, La Bruixa D’Or cantó triunfante «…y jamás volarás si hoy no vuelas», siendo Montakit Fuenlabrada el que terminó condenado en la hoguera.