Amaya Valdemoro: el instinto ganador de una leyenda activa

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Durante muchos años, Amaya Valdemoro ha sido sinónimo de baloncesto femenino en España. Valdemoro ha representado un modelo para muchas chicas que se acercaban a este deporte. Distinguida con 1’82 y una facilidad fuera de lo común para anotar casi desde cualquier posición, la carrera profesional de esta mujer madrileña (natural de Alcobendas) ha sido un canto a la superación, el mérito y la aventura. Ha disputado dos Juegos Olímpicos (Atenas 2004 y Pekín 2008) y ha jugado en España, Estados Unidos, Rusia y Brasil. Su palmarés también se sale de lo ordinario: 8 Ligas españolas, 8 Copas de la Reina y 4 Supercopas de España. Fuera tampoco le ha ido mal: 3 anillos de la WNBA, 1 Euroliga, 3 Copas de Rusia, 1 SuperLiga rusa y así podríamos continuar. En este artículo te acercamos la figura de la quinta mujer que más veces ha vestido la elástica nacional, que en el pasado mes de agosto rebasó las 200 internacionalidades.

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Amaya Valdemoro: el instinto ganador de una leyenda activa

Pedro Fernaud

22.septiembre.2010

 

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Amaya Valdemoro será una de las principales bazas de nuestra selección en el Mundial gracias

a su calidad y experiencia. Fuente de foto: www.amayavaldemoro.com.

 

Cada época tiene un galvanizador. La del baloncesto nacional femenino moderno tiene nombre propio: Amaya Valdemoro. Para la memoria colectiva quedará la figura de una alero atlética y desafiante que anotaba casi desde cualquier posición. Con una facilidad especial para acelerar con el balón en las manos. Pero no sólo del contraataque  o las penetraciones ha vivido esta jugona, cuya técnica individual y tono competitivo le ha permitido anotar desde la media y la larga distancia.


Si preguntan por la defensa, sus buenas condiciones físicas y su carácter indómito (la personalidad de alguien que digiere muy mal las derrotas) le ha llevado a ser también una buena competidora atrás. Mérito de las más grandes, porque no es fácil ser actriz protagonista en ataque y luego desplegar la energía y actitud apropiadas cuando toca arremangarse en la retaguardia.


De todos modos, esta historia podía haber sido diferente. Hasta los 13 años, Amaya quería ser la mujer más rápida del planeta, de manera que consagró cinco años al atletismo. Pero el baloncesto se cruzó en su camino y se enamoró del deporte de la canasta. El flechazo fue mutuo: debutó en primera división con sólo 16 años y en la selección absoluta tan sólo un año después. Su estreno en la mejor liga del planeta, la WNBA, se produjo a los 21 años. Allí ganaría, de manera consecutiva, tres anillos con los Houston Comets.


Si alguna vez tienes la suerte de entrevistarla, descubrirás a una mujer afable, divertida y espontánea. Esa cercanía desarma. Probablemente, estamos hablando de la mejor jugadora de la historia de nuestro baloncesto, pero también de una mujer con los pies bien aparcados en el suelo.


Confiesa que Pau Gasol se merece ganar “10.000 veces más que yo porque lo genera”. Amaya no se engaña. Sabe que llegados a estas latitudes del deporte profesional, el baloncesto es un negocio en el que se te paga en función del volumen de ganancias que generas. Eso no quita para que muestre una admiración genuina por el mayor de los Gasol.


Es la reacción propia de una grande. La mujer que lideró a España a la consecución de la medalla de plata en el Europeo de 2007, el mayor hito de nuestro baloncesto hasta la fecha, competición en la que Amaya fue designada como MVP del campeonato. También una chica de 34 años que desde hace 2 disfruta del privilegio de que en el pabellón de su localidad natal, Alcobendas, lleve su nombre.


Para hacerse una idea de la personalidad expansiva de esta ganadora, basta echar un vistazo a su web personal, donde se ofrece una definición matizada de su carácter: “Persona muy alegre, muy amiga de sus amigos, lo da todo por ellos, muy nerviosa y bastante cabezota. Le encanta estar con gente, su tiempo libre lo pasa por supuesto con sus amigos, en el cine, en el ordenador, escuchando música, leyendo  algún libro que otro, y por supuesto al teléfono”.


Aunque quizá la parte más divertida de su retrato descanse en los apodos que ha recibido hasta ahora: “Torete, Pochola, Wild Woman, Magic Amaya”. Habría que añadir que los supersticiosos y asustadizos deberían abstenerse de querer conocerla. Porque Amaya juega con el 13 a la espalda y luce el tatuaje de un toro en uno de sus talones, símbolo quizá de su enorme empuje en la cancha, así como de la nobleza con la que encara las situaciones adversas, que le ha llevado a, por ejemplo, ser una pesadilla para las mejores de este negocio: las jugadores estadounidenses, o a ser designada como mejor jugadora de la liga rusa en la segunda temporada en la que compitió allí.


En Rusia estuvo tres temporadas. Comenzó jugando en el BC Volgaburmash Samara, que en 2006 se integró en la estructura del CSKA Moscú. En total, ganó 3 copas del país y una Superliga (así se llama la liga de aquel país que aglutina algunas de las mejores jugadoras del viejo continente). Aquella experiencia le sirvió para aprender a convivir con temperaturas extremas y ganar un buen dinero.

 

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El empuje y la habilidad técnica de Valdemoro serán claves en los partidos más exigentes

del Mundial que está a punto de empezar en la República Checa.

Fuente de foto: feb.es, N.Fernández.

 

A sus 34 palos recientemente cumplidos (el 18 de agosto), Amaya tiene un sueño: jugar los JJOO de Londres 12. Eso sí, no quiere que le regalen nada. Quiere estar allí por méritos propios. No nos caben dudas de que lo conseguirá. Después de haberlo sido todo en diversos equipos del panorama nacional (sobre todo con el Ros Casares y el Baloncesto Salamanca), luce ahora su talento en el Rivas Ecópolis, en el que dice sentirse muy a gusto, con la ilusión añadida que le da “el que Madrid vuelva a tener un equipo en la elite, porque se lo merece”. Sigue siendo una referencia ofensiva, una jugadora dinámica, muy difícil de parar por su desparpajo y las posibilidades de su juego técnico y físico.


Aparte de ese carácter ganador, el ingrediente que mejor define la personalidad de Amaya es la normalidad. Esa cualidad tan difícil de conservar cuando estás en la cumbre. La facilidad para mantenerse centrada hace que se gane la simpatía del público medio. En el fondo, estamos hablando de esa chica curiosa que todavía se sorprende cuando ve a las mejores jugadoras americanas y rusas maquilladas para estar lo mejor posible. Algo que no deja de contrariarla porque “a ningún chico le piden que, además de jugar bien, esté guapo”.


Pero por encima de todo, bulle la mujer alegre y expansiva que ha hecho de la cancha de baloncesto un lugar para edificar alegrías. Alguien que confiesa que “todos los regalos le hacen ilusión”. Lo mismo podríamos decir nosotros de sus canastas. La misma chica que adora estar con los amigos pero que al tiempo se desvela como romántica cuando escoge la canción “I belong to you” de Lenny Kravitz.


La jugadora en suma que disfruta y hace disfrutar con este deporte y que está a llamada a ser piedra capital de nuestro combinado en este campeonato, en cuyos partidos de preparación ha jugado como suplente pero ofreciendo un rendimiento bastante productivo, dando pruebas de la vigencia de su mito. Eso sí, con la íntima satisfacción de que cuando se retire nadie la ve a echar de menos porque “las buenas generaciones de jugadoras que ya están o vienen”. Una continuidad de la que ella tiene una buena cota de responsabilidad.