Bases de hielo y fuego

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Sólo la veteranía y temple de Albert Oliver permitió a la Penya llevarse una trabajada victoria. Si la semana pasada nos preguntábamos qué pitaba el Fernando Martín, ayer lo supimos: en su tercera derrota como local, la actitud de los de Porfirio Fisac fue aplaudida por su hinchada.

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Bases de hielo y fuego

Theobald Philips

4.noviembre.2012

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«La potencia sin control no sirve de nada, el partido es mío», parece decir Albert Oliver echando un jarro de agua fría sobre los caldeados ánimos de remontada fuenlabreña. Fotógrafo / fuente de foto: Fran Martínez / www.fuenlafreak.com


Como si de Teledeporte se tratara, el Baloncesto Fuenlabrada llegó tarde al partido ACB del sábado. Imagino que habría algún torneo de tenis entre las musarañas, y que las mentes de los jugadores de Fisac, a pesar de que la hinchada local les llamaba a incansable golpe de bombo, decidieron quedarse en el vestuario a verlo hasta que terminara el tercer set, lo que tuvo lugar cuando el partido de baloncesto llevaba ya jugados sus buenos tres minutos y medio. Con 6’23” y un descorazonador 2-14 en el luminoso, el técnico segoviano, quizá notando que sus jugadores por fin habían sintonizado la señal de la liga Endesa en sus receptores, pidió un tiempo muerto para poner orden (sobre todo en defensa) y sacó a la pista a Sené por Chuck García y a Feldeine por Cortaberría.

 Coser y cantar, en cuanto el tamaño de Sené cerró los huecos que la dispersa hiperactividad de García dejaba a Kuzmic, en cuanto sus compañeros se aplicaron a defender (un robo y una falta de ataque provocada), y en cuanto el termostato de Feldeine se puso en temperatura anotadora, el Fuenlabrada se reenganchó al marcador y, a falta de un minuto, estaba ya al rebufo de la Penya. Si no hubiera sido por los 60 segundos mágicos con 5 puntos consecutivos del por otra parte ayer gris Manny Quezada, podría haberse dicho que los badaloneses habían desperdiciado completamente  la ventaja que les habían dado de inicio (16-23).

En el segundo cuarto, quizá porque los ánimos se habían enfriado, se le apagó el termostato a Feldeine, y tuvo que ser la cantera del Fuenlabrada la que diera un paso al frente para que los de Maldonado, que mantuvieron ritmo constante, no volvieran a escaparse. Fue el momento de un importante triple de Álvaro Muñoz pero, sobre todo, de un Javi Vega que siguió demostrando que esta temporada ha comenzado muy enchufado, tanto en defensa como en ataque (2/2 en triples). El arreón de los jóvenes incluso permitió que, por primera vez, los naranjas se pusieran por delante (27-26 a 5’26”), pero el empeño de Corey Fisher en hacer bueno el diagnóstico de nuestro Fran “Doctor House” Pérez a base de romper caderas defensoras (si invita a vuestra chica a bailar la lambada, desconfiad), y la superioridad de Kuzmic cada vez que Sené, demasiado lastrado aún por la inactividad, tenía que ir al banco dejando la defensa interior a la afanosa pero tierna elasticidad de Chuck García, hicieron que, al descanso, la ventaja visitante se hubiera reducido sólo a 6 puntos (35-41).

Coincidió (digo yo) el descanso con la entrega de premios del Master 1000 al Ferrer de las musarañas, porque al pitido de los árbitros los jugadores del Fuenlabrada nuevamente estaban como ausentes. Especialmente Gladyr que, como vulgarmente se dice, se flipó y, en nada de tiempo, hizo dos faltas personales en ataque y se tiró una auténtica mandarina (claro, estamos en la época). Imagino que Porfi debió pensar que en vez de multar el “flopping”, como en la NBA, los equipos deberían penar el “flipping”… Las ventajas verdinegras volvieron a dispararse hasta el 52-64 del final de ese segundo cuarto ya que, si bien Kuzmic desapareció por completo, los jóvenes Ventura y Llovet quisieron reivindicar que la cantera badalonesa no desmerece nada la del sur de Madrid. Entre los dos, sumaron 12 de los 23 puntos de su equipo en estos 10 minutos, ayudando con su aportación a la del omnipresente y eléctrico Fisher, y a un Quezada que, sorpresivamente, encontró un hueco en la línea de fondo de la defensa fuenlabreña para anotar dos canastas interiores.

 

Doce puntos de desventaja, jugadores desenchufados, enfrente un equipo serio y bien estructurado… si esto no fuera baloncesto, habría estado acabado. Pero Fisac comenzó con dos movimientos tácticos, poner una zona 2-3 (pondría mi mano en el fuego que la 1-3-1 de la primera jugada era porque algún exterior todavía perseguía a su par) y sacar a los que habían sido sus dos mejores interiores, Vega y Mainoldi. El cambio defensivo despistó a los verdinegros, que vieron cómo les robaban varios balones consecutivos que terminaban en canastas rápidas. Jugar con dos cuatros, cortocircuitó el sistema de ayudas visitantes, que dejaron un agujero sin cubrir en la perpendicular del tiro libre con el aro. Eso encendió tres fuegos a la vez: el de la grada, que aumentó todavía más el nivel de decibelios, el de los defensores, que perseguían (ahora individualmente) a sus pares impidiéndoles anotar, y el de Feldeine, que recordó que es un anotador.

En esos fuegos, se quemaron la ventaja y la templanza verdinegra, hasta que Maldonado puso en pista a Albert Oliver. El base, miró al frente (no podía hacia otra parte al estar aquejado de tortícolis) y se dedicó a apagar los fuegos a base de oportunos triples y sin marrar desde el 4’60 (10 puntos en este tramo de partido). Enfrente, Fuenlabrada se abrasó en el calor de su propio esfuerzo heroico, fallando las canastas y tiros de personal que habrían sido decisivos para llevar la remontada a buen puerto (80-82).

Antes de terminar, no me resisto a comentar lo que pasará a formar parte de mi anecdotario personal del baloncesto. A 1’15” para el final, tras dos tiros libres de Oliver que ponían el marcador en 74-79, Porfirio Fisac pide tiempo muerto. Pero, en vez de sentarse a dirigirlo, lo deja completamente en manos de uno de sus segundos (Sergio Jiménez, si no vi mal) y él se queda de pie, entre los jugadores de banquillo. Incluso se salió del círculo para dirigirse al técnico de Teledeporte y amablemente retirarle la jirafa con el micrófono para que no se oyeran las instrucciones. Desde luego, eso es saber delegar…

 

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