Blitzkrieg

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El Real Madrid cuenta a estas alturas de temporada con una ventaja abrumadora sobre sus rivales, el bloque. El juego de los blancos está tan rodado que funciona a pleno rendimiento cuando en sus contrincantes las junturas todavía chirrían, necesitadas de ajuste. El último en sufrir el aplastante juego blanco ha sido el Laboral Kutxa, que no pudo aguantar más de un cuarto el arrollador empuje de las divisiones acorazadas de Laso.

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Blitzkrieg

Theobald Philips

21.octubre.2013

 

Foto: www.realmadrid.com

Jaycee entró en éxtasis en el segundo cuarto. Imparable

 

Y es que la táctica de guerra relámpago de Pablo Laso esta temporada se ha visto reforzada con un acorazado de altura, Ioannis Bouroussis, un jugador que tiene dentro tanta sapiencia baloncestística, que ha cuadrado en los esquemas del entrenador vitoriano a la perfección. Sin apenas solución de continuidad, la batería de francotiradores se han visto respaldados con un juego interior que, ahora sí, es utilizado con fruición para despejar el campo. Así empezó el partido del domingo (como lo hizo el martes contra Valladolid y el viernes contra Zalgiris), buscando al tanque griego para que martilleara el aro y cerrara a los defensores baskonistas, dejando tomar posiciones y calentar a la artillería, inicialmente Sergi Llull y Rudy Fernández. En pocos minutos, el Madrid hizo un resumen de lo que iba a ser el partido.


Scariolo paró el juego, intentando ajustar a los suyos y cortocircuitar a los locales. Viejo zorro, el italiano, que echaba mano del peor enemigo de los de Laso: su propia mentalidad, muy dada a las desconexiones cuando ven el campo despejado. Dicho y hecho, Pleiss se hizo el amo de la zona y los defensores blancos empezaron a mirar pasar a sus oponentes hacia el aro, en vez de entorpecerlos. El Laboral Kutxa remontaba el partido y llevaba a las gradas un desasosiego de viejas historias mal concluidas.


Nada más lejos de la realidad. Jaycee Carroll salió como una exhalación del banquillo, con esa mano que tiene a veces, en días como aquella final de Copa del Rey, cuando da igual a quién tenga encima, a quién tenga detrás o delante, que él corre, corre, corre, se da la vuelta como un relámpago sobre la misma tabla, arma el brazo y tira, dejando desde el 6’75 una suave bandeja. El marcador volvía a romperse (32-17 al descanso), a impulsos de la mágica muñeca de Jaycee Carroll, sí, pero también de las genialidades de Sergio Rodríguez, que empieza a ser a los despegues blancos lo que las nubes a la lluvia, y de la agresividad de los defensores. En contra de los que comentaba jocosamente por twitter a Ezequiel Costa (@ezequielcosta) y Marta Abad (@EscribirVivir) -gente que realmente escribe bien de esto, y a los que deberíais leer antes de perder el tiempo conmigo., la crónica del partido era mucho más que “Carroll Carroll, Carroll, Carroll Carroll Carroll Carroll…”.

 

Foto: www.realmadrid.com

El nivel de Sergio Rodríguez es increíble. Con él en pista, todo va bien

 

Pasado el primer despiste, en el Madrid ya no hubo más desconexiones. Los blancos, además de la solidez de Bouroussis que Mejri completa con su hambre de ser alguien, han cogido un tono defensivo que no siempre se resalta convenientemente. La reanudación del juego marcaba el momento de Slaughter y Draper, gotas malayas para el rival que tocaban todos los balones y propiciaban que sus compañeros se lanzaran a campo abierto, sin piedad, contra el otrora poderoso equipo de Vitoria. Ni siquiera el pundonor de Nocioni servía de paliativo; el argentino se echaba, como siempre, el equipo a la espalda, pero su espalda no era lo suficientemente ancha como para parar todos los agujeros por los que se colaban las tropas blancas.


Sin piedad, sin descanso, daba igual ya quien estuviera en pista, que si no era Mirotic quién bailaba entre reversos, era Mejri el que agradecía haber puesto una barba en su vida, o Rudy el que sustituía en la anotación a un Carroll que no podía menos que humanizarse, metiendo casi todas en vez de todas. Y Llull, que como pez en el agua en este correr la cancha o matar desde el triple, volvía a convertirse en Red Llul;, o Felipe, que ganaba el duelo de desajustes que intentó provocar Scariolo haciendo jugar a San Emeterio de cuatro, sin conseguir más que perder un efectivo sin anular al capitán blanco.


105-72, un impensable marcador en un Real Madrid – Baskonia hace apenas ¿unos meses? Puede que la Liga se rompa (habrá que ver cuando los demás equipos estén rodados) pero, si tiene que romperse, por favor que sea con este juego y a 100 puntos, y no con el 50-30 de yo-yocesto con el que nos han hecho comulgar durante tanto tiempo. Es la guerra relámpago.