Cañas y barro

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Duelo de naranjas el sábado en el Fernando Martín, entre un Baloncesto Fuenlabrada, que una vez más fue un enano con pies de barro, y un Valencia Basket al que todas las cañas se le vuelven lanzas en este arranque de Liga.

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Cañas y barro

Theobald Philips

24.noviembre.2013

Doellman, un gigante. Él y Romain Sato son un auténtico lujo nivel Euroliga para Valencia Basket


No era un buen partido para que Fuenlabrada ganara, evidentemente, dada la racha de magnífico juego que está demostrando el equipo valenciano a pesar de las ausencias, pero sí el perfecto para demostrar que la mejoría mostrada ante Estudiantes no era flor de un día; y es que, como dijo Chus Mateo en la rueda de prensa, su equipo tiene que competir sobre todo en casa, que solo por pelear seguro que se llevará un aplauso.

De inicio pareció que esa era la actitud pues, aunque la estrategia de sacar a Vega en el quinteto inicial con la imposible misión de parar a Doellman no fructificó (el americano hizo los 7 primeros puntos de su equipo), el desplazamiento de Andy Panko al tres, donde muchos opinan que debería jugar siempre, hacía que el marcador se equilibrase. El americano, superando de inicio a Sato, era el mejor anti-Doellman, embocando 5 puntos que anulaban la aportación del rubio valencianista.


El partido se jugaba a ritmo lento, con mucho ataque posicional y un Fuenlabrada ocupado en despistar a los de Perasovic con agresivas defensas alternativas, zona 2-3 tras canasta e individual en caso contrario. Mediado el cuarto, aún ganaba de uno (10-9), que podrían haber sido cuatro o cinco si Moussa Diagné hubiera estado un poco menos blando de manos en la recepción. Una pequeña racha final desde el 6’75 de los visitantes hizo que el cuarto se cerrara con 16-22, pero la impresión era que Fuenlabrada estaba en el partido. Incluso había cogido 3 rebotes ofensivos, si bien de ellos solo sacó en claro un triple, mientras que Valencia encontró petróleo en los 2 oficiales (3 según mis notas) que pescó en el aro fuenlabreño.


Percha, recordones, que decía Tonet. Valencia Basket no tiene los fuegos artificiales del Real Madrid de Pablo Laso, y menos con el gran número de bajas de que adolece su plantel, pero hace del eslogan de la cultura del esfuerzo un verdadero leit motiv. Juega como su entrenador lo hacía, primando la efectividad sobre todas las cosas, en una coreografía en la que todos, con la mayor economía de movimientos conseguida a base del mayor empeño, están siempre en su sitio y van asfixiando al rival hasta que le pasan por encima. Así empezaron en el segundo cuarto, perchando y sacando las cañas para azotar al Fuenlabrada donde más le podía doler: en su principal vía de anotación -ya que Feldeine estaba (otra vez) desaparecido-, con un Romain Sato que ahogaba a Panko y aun encontraba fuerzas (por falta de músculos no será) para destaparse en anotación, con 9 puntos en estos diez minutos, y en su cabeza. O en su Cabezas, para ser más exactos.


Peras ordenó a Van Rossom y/o Lafayette, según quien estuviera en el parquet (a veces los dos), presión sobre el saque de fondo fuenlabreño, y que agobiaran al malagueño para que no pudiera subir el balón. Eso llevaba la redonda hasta las manos de Feldeine, Montañez e incluso Vega, retrasando la construcción del ataque local (cuando no robando el balón) y minando su efectividad, basada sobre todo en la buena circulación. La anotación del Fuenlabrada se enfangaba poco a poco, mientras que los valencianos seguían anotando para aumentar las diferencias, 32-41 al descanso. Había nubarrones en el horizonte, pero nada que una buena salida en el tercer cuarto no pudiera solucionar.


Sin embargo, los nubarrones se convirtieron en un tifón, y el equipo de Chus Mateo en un pez que daba inútiles coletazos atrapado en el barro que Valencia Basket ponía en su camino. Las cañas, como decíamos en la introducción, se convirtieron en lanzas, y la azotaina defensiva del segundo cuarto en un doloroso asaeteamiento, donde los locales no podían levantar la bola mientras que los visitantes, guiados por un inspirado Van Rossom, disparaban los guarismos hasta 34-54 transcurridos cuatro minutos. La web de la ACB acertaba con la metáfora del partido, poniendo a Paunic en la plantilla del Valencia Basket (-1 hasta entonces) y a ¡Charles García! en la Fuenlabrada (Panko nos hizo recordar al bueno de Chuck, con dos tiros que ni llegaron al aro). A pesar del empeño que pusieron Diagné y Dani Pérez, el primero en los tapones y el segundo en el tiro y la asistencia, el cuarto terminó con un casi definitivo 44-64, ya que la efectividad de Doellman y Sato, bien acompañados por sus compañeros, no estaban para concesiones.


O sí, porque con Fuenlabrada nunca se sabe. Sobreponiéndose a la harina de pitos que se había ido moliendo hasta la citada aparición de Diagné y Pérez, un equipo pequeño, consolo el senegalés en la pintura y Paunic anotando todos los tiros que hasta entonces no había conseguido ni tirar (16 de valoración en este cuarto), ponía en aprietos a un confiado Valencia. Sin embargo, había un punto de falta de fe en el juego del Fuenlabrada, de no creer en el milagro sino solo justificarse ante los suyos; cada vez que había una jugada clave, de esas de pasar la barrera psicológica de los X puntos, se fallaba. Y enfrente, con un equipo tan sólido como el Valencia, que cuando no es Rafa es Doellman y, si no, Sato u otro, o crees en lo que haces o solo perchas para acabar ahogado en la Albufera.


76-90, un resultado muy corto para las diferencias que se pudieron ver entre ambos equipos. Fuenlabrada, enfangado en el barro de su todavía no encontrado espíritu, realmente nunca tuvo opción contra las cañas que le opuso el Valencia Basket, que confirmó (sin Dubljevic, Lishchuk, Lucic y Aguilar) que es una verdadera alternativa al duopolio ACB. Es tanto su potencial, que Perasovic descartó categóricamente la posibilidad de extender su contrato al gigante Pecherov, un jugador más que aprovechable (2/2 2p, 2/2 3p, 3 reb en 14’26”).


En Fuenlabrada, esta semana está anunciado que se consumará la incorporación de Eloy Vargas, en un intento de llenar el hueco interior que el haber sacado de la rotación a Adrián Laso y Mareks Mejeris ha hecho aún más grande; aunque otros interiores, los de las cabecitas, son problemas más graves que los de la pintura…