Cómo ser Rudy Fernández en octubre de 2010

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Imagina por un momento que tienes 25 años, mides 1’96 y eres millonario. No sólo eso, además de tener la vida resuelta, la opción de estar en el paro es una quimera para ti. Algo mejor: trabajas en lo que te apasiona. Llevas dos años en Estados Unidos y hablas razonablemente bien el inglés. Tienes algún colega en tu empresa de trabajo. Todo debería ser idílico. Pero algo no funciona. No es que haga demasiado frío (dos grados de temperatura media en invierno), pero te sientes solo. Y en el trabajo te resistes a ser un funcionario. A hacer las cosas de un modo mecánico y específico. Puedes rebelarte contra tu destino. Al menos lo vives así. Puestos a tener la suerte, puedes airear tu descontento y cambiar la actitud de tu jefe contigo. Pero quizá esta vez no sea suficiente.

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Cómo ser Rudy Fernández en octubre de 2010

Pedro Fernaud

14.octubre.2010

 

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Encarar o no el reto de cambiar su rol de ‘especialista’ en la NBA, he ahí el reto de

Rudy Fernández esta temporada si prescindimos el factor emocional de

añorar España. Fuente de foto: Keith Allison, wikimedia.

 

La empresa te paga 900.924 euros al año. Y todavía tienes un vínculo contractual de dos años más con ellos. Tú quieres volver a casa. Quedar con los colegas. Sentir el calor de la familia, entender a la gente sin pensarlo y hacer bromas sin temor a quedar como un inadaptado. Lo has dicho mirando a la cara a los periodistas de la ciudad que te acoge. Ellos son los reporteros de una comunidad con poco más de medio millón de habitantes. Te han preguntado las mismas cosas de un modo machacón e inteligente. Buscándote las vueltas para saber si te quieres quedar en su tierra o si prefieres emigrar a algún sitio con más vida social o mejor equipo. Siempre en esa línea. Pero no. En tu cabeza no entran esa clase de cábalas. Tú lo tienes claro: te quieres ir a casa.


A Europa, dices. Aunque en el fondo lo tienes claro: mejor España. Y mejor aún Barcelona. Tu viejo colega Sandro te ha hecho una oferta que volvería a sonrojar a tus amigos. Allí seguirías estando bien reputado y mucho más querido. Te fastidia reconocerlo pero estás hecho mixtos. Es un tema de cabeza, seguro. O de corazón. No te adaptas. Y no todos tenemos por qué ser unos supervivientes, como nuestros abuelos. Si no tuvieras elección…Pero la tienes, por eso le pides a tus agentes (europeo y americano) que revienten la cristalera de lo políticamente correcto: “Rudy quiere volver a casa”. Claro que la NBA no es tonta. La NBA quiere tu sangre o tu dinero, tu juego o su prestigio. Ella siempre tiene que salir ganando. El negocio es el negocio.


Sobre todo, cuando eres un privilegiado. De acuerdo, no eres ni de lejos el mejor pagado. Pero tienes un piso con unas vistas fascinantes. Y esas pequeñas comodidades que alucinarían a la gente de tu edad que vive en, por ejemplo, Palma. Además, el tipo más brillante de tu empresa, el que en realidad es el jefe de este tinglado, un tal Brandon, te quiere a su lado. Dice que vales y que habría que encontrar la forma de tenerte motivado. Tanto empeño ha puesto que hasta tu jefe directo, Nate, está dispuesto a darte más bolilla.


Es un dilema. No es fácil. Por lo menos hasta que tomes una decisión. No está mal que tenses la cuerda (ten cuidado con el bolsillo), pero no te olvides de que la indecisión le roba el alma a cualquiera. A veces está bien conocer el aguante de los otros. A veces también hay que reconocer donde está el límite. Estás sano. Eres fuerte.


Dispones de muchas ventajas. Ponlas a tu favor. Quizá haya llegado el momento de que te definas. Elije algo. Ahora mismo, lo mejor es quedarte. Lucha. Son unos meses. En Navidades podrás reinventarte el planteamiento. Pero ahora céntrate.


Sin duda, todo fluye en una dirección: tu baloncesto. Y por mucho que te esquinen y que te ninguneen, no me digas que no puedes hacer mejor las cosas. Que no puedes hacer (casi) lo que te propongas con un balón. Es cuestión de actitud y talento. Lo segundo no te falta. Y lo primero, cuando brillabas en la Penya o la selección, tampoco.


Es una cuestión de paciencia y trabajo. Lo llaman madurez. Tuya es Rudy. Está esperando tus jugadas. Si te atreves a encararla, serás un jugador mucho más completo de lo que nunca pudiste soñar en aquellas azucaradas proyecciones de adolescencia…