Deseo ganador: cuando el instinto te conduce a la gloria

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Dice Kaloyan Ivanov, uno de los mejores cazadores de rechaces en cesta ajena de la ACB, que el rebote “es una cuestión de deseo”. Algo instintivo. Ese don es la suma de dos componentes con los que nuestros abuelos sobrevivieron a condiciones mucho más adversas de las que ahora nos toca vivir: corazón y alerta de supervivencia. Esos dos rasgos definen a Carlos Suárez (2,02) y Felipe Reyes (2,03), que todo lo que no tienen de altos (hablamos de baloncesto de élite) lo gastan en forma de amor propio y dinamismo. Cada uno de ellos capturó 10 rechaces en el partido de este jueves y marcaron la tendencia ‘pescadora` de los blancos en aro ajeno, labor en la que casi triplicaron a la producción de los taronjas: 17 rebotes por 7. El partido fue coherente en sus tres primeros cuartos con el igualado desarrollo de la serie, pero en el último tramo fue decisiva la defensa blanca y el carácter ganador de algunos de sus hombres.

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Deseo ganador: cuando el instinto te conduce a la gloria

 Pedro Fernaud

8.abril.2011

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Los 10 rebotes y 19 de valoración de Carlos Suárez expresan la importancia del jugador arancetano en el pase del Madrid a la Final Four. Fuente de foto: media.interbusca.com



Los primeros compases de partido fueron una fiesta de baloncesto. De un lado, la Caja Mágica abarrotada, hecho inédito que, salvando las distancias, es como si a Steven Segal le diera por darse a la comedia romántica. Una contradicción de términos que le costó un poquito de digerir a los jugadores merengues, que salieron enredados en un ovillo llamado ansiedad. Al contrario de los que podría suponerse, al Power se le dio bien ese ambiente adverso y Dusko Savanovic se puso la capa de Conde para maravillar al personal con su clase para postear y anotar casi desde cualquier posición.

 

La defensa inicial de los taronja estuvo a la altura de su prestigio, con guerra de guerrillas casi en cualquier baldosa del parquet. El Madrid se amarró a la clase de Tomic y la fiereza reboteadora, donde Felipe Reyes hizo gala de una productividad en ambas orillas del juego que hubiera conmovido al mismísimo Stajánov: (10 rebotes, 5 ofensivos, en casi 22 minutos). El caso es que el partido se convirtió en un continuo intercambio de golpes que mantenía alta la temperatura emocional de una caja que hervía por momentos.

 

Uno de nuestros redactor Fiebre de cabecera, Luis Collantes, estuvo ahí y tomo una instantánea que habla por sí sola de la temperatura emocional que alcanzó el coliseo merengue, que por cierto este curso sólo ha sido asaltada dos veces esta temporada (ambas en Euroliga, en ACB continúa invicta) por el Montepaschi y por el propio Power, con consecuencias drásticas en la primera de ellas: la renuncia de Ettore Messina, quien por cierto recuperó estos días la elegancia de su despedida para señalar que el mérito de este logro atañe al actual cuerpo técnico y los jugadores.

 

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La Caja Mágica



Al partido tampoco le faltó la clase de los mejores estilistas. En ese categoría figura con destrezas propias Rafa Martínez, que es un tratado de orgullo competitivo, condensado en un muestrario de juego que combina potencia (para entrar a canasta) y estilo (para embocar triples que prefieren las lejanías).

 

Él y Savanovic fueron ayer los emblemas de la resistencia naranja, que no pudo convertirse en nada mejor porque el resto de los artistas taronjas (Cook, De Colo, Javtokas) abdicaron de su excelencia y quedaron maniatados por una defensa merengue que a partir del tercer cuarto elevó sus prestaciones. De un lado, los hombres de Enmanuelle Molin subieron su presión a las primeras líneas de pase, con algunos robos o disuasiones de Prigioni y Mirotic dignas de mención. De otro, D’Or Fisher impuso su ley de cancerbero (por aquí no) para abrochar mejor la seguridad de la zona local.

 

El caso es que el encuentro entró en una dinámica diferente de un modo progresivo. Circunstancia a la que también contribuyó la puntería de Tucker y, a veces, de Llull. El jugador menorquín no estuve súper, pero es que jugó bastante mermado físicamente, que es tanto como si a los asesores de  Frank Sinatra, que vendía una elegancia y un estilo cuando cantaba, se les hubiera olvidado la peluca del carismático artista en la ciudad anterior de su gira…Es decir, Llull fue capaz de poner agallas donde no le llevaba su mayor cualidad habitual y su ejemplo también inspiró a Carlos Suárez, el hombre del partido, por lo que hizo (19 de valoración) y por lo que su actitud definió.

 

Es verdad que falló una pila de tiros (2 de 9 en triples), pero nunca le perdió la cara al encuentro. Estaba encendido, tanto que en un par de acciones estuvo a punto de perder los nervios, sus rasgos se endurecían por momentos. Su mirada era la de un joven predador que olfatea una pieza de calidad y a duras penas se contiene en la necesaria calma que precede al ‘vuelo’ cazador.

 

La perla modelada en el Estu reboteó como un pívot (10 rebotes), encajó como un digno aspirante (7 faltas recibidas) y anotó tiros libres (4 de 4) con el temple de un cirujano. Su calidad, el mejor fondo de armario del banquillo merengue y los pequeños detalles (un pase de béisbol de Prigioni, una asistencia de Mirotic en el poste bajo o ese tapón de Fisher) fueron determinantes en un último rush partido.

 

Enhorabuena al Madrid, que ahora tiene una ocasión pintiparada para hacer historia en un enclave tan ‘morboso’ para ellos como el Palau Sant Jordi. Y felicidades también al Power, que ha completado una serie (y una competición) inolvidable, donde nos maravillado por la temperatura competitiva de su defensa y el corazón y talento de algunos de sus puntales (Martínez, Savanovic, Cook, Javtokas…). El seis de mayo (presumiblemente a la hora de la sobremesa, por aquello de respetar el homenaje a los caídos hebreos), sabremos si el Madrid de los talentos emergentes puede con el Maccabi de Big Sofo y Pargo para, dieciséis años después, volver a la final de finales.

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