Despertando a la bestia: Reggie Miller […]

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Hace escasos días Mark Jackson explicaba en una entrevista que en su podio particular de los mejores escoltas de la historia Michael Jordan figuraba encaramado al primer lugar del cajón, con Kobe Bryant a su vera en la segunda posición. Hasta aquí nada extraordinario, una opinión similar a la de la mayor parte del planeta basket. Es en la designación del tercer lugar donde la valoración subjetiva del ex base de Knicks y Pacers entre otros desencadenó el debate: el playmaker neoyorquino otorgaba ese lugar a su ex-compañero Reggie Miller. 

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Despertando a la bestia: Reggie Miller vs The New York Knicks. Parte I

Juan Luis Barbero

6.septiembre.2012

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The Killer reina en el Garden. Fuente: NBA.com

 


Varios nombres fueron lanzados a continuación para enriquecer el debate y desmontar la elección de Jackson: Jerry West, Dwayne Wade, Allen Iverson, Ray Allen… El talento en el puesto de escolta ha sido inagotable a lo largo de la historia de la NBA. Pero hay un dato decisivo para entender la opinión del actual entrenador de los Golden State Warriors: como ya hemos indicado, Mark compartió cancha con Miller, y pudo presenciar in-situ los titánicos milagros del tirador de los Pacers sobre las pistas de baloncesto y sus profanaciones varias de una en especial: el Madison Square Garden, catedral del basket mundial y hogar de los New York Knicks.

Jackson estaba allí aquel 7 de mayo de 1995, en el primer partido de las semifinales del este entre Knicks y Pacers. También lo estaban Spike Lee, John Starks y el resto de la imaginería y equipo de los Bockers, así como el público de un Garden a rebosar. Pero antes de relatar el milagro que presenció Jackson conviene ponerse en antecedentes, viajando en el tiempo un año antes (cuando el base aún no formaba parte de la plantilla de los de Indiana).

Finales del este de 1994. Con Jordan jugando al beisbol tras su primera retirada, la Gran Manzana se halla en combustión, ante la posibilidad de que sus Knicks se planten por fin en la gran final de la NBA con los Bulls fuera de combate. Los Indiana Pacers de Larry Brown resultan ser un importante escollo en el paso previo, y las finales de conferencia se transforman en una batalla campal entre dos equipos extremadamente agresivos en fase defensiva. Con la serie igualada a 2 y el clásico basket macarra del este regalando palos por doquier, la ciudad de Nueva York se engalana de cara al 5º partido. Había nacido una rivalidad que sobrepasaba lo deportivo, para extenderse al plano cultural e ideológico.

El público del Garden redobla su hostilidad para aturdir a los Pacers y en especial a su estrella, un virtuoso en la suerte del trash-talk: Reggie Miller. El cineasta Spike Lee, dueño perenne de una de las butacas a pie de pista, no para de incordiar a un Miller especialmente fallón durante toda la noche, y los de Indiana entran en el último cuarto abajo 58-70, sin demasiadas esperanzas de levantar el duelo… Al menos la mayor parte de ellos.

A esas alturas de la cita Reggie jugaba ya 2 partidos de baloncesto: uno frente a los New York Knicks junto a sus compañeros de equipo, otro frente a un Spike Lee tan charlatán como él mismo. Y en aquellos 12 minutos finales la capital del mundo presenciaría una exhibición nunca vista hasta la fecha en una batalla de tal trascendencia. 

Indiana se entrega a su #31, que comienza a encadenar un triple tras otro ante la incapacidad de un John Starks superado otra vez por su más odiado rival. Y tras cada canastón mirada y palabritas para Lee, por no hablar de ciertos tocamientos obscenos que llegan a escandalizar a la mujer del director de cine, sentada a su lado. 34 puntos materializan los visitantes en ese último parcial, 25 producidos directamente por su escolta (39 en la totalidad del partido). Una gloriosa explosión anotadora que se lleva por delante al equipo de un Pat Riley alucinado: su escuadra, brutal e inmisericorde tal y como él mismo la había concebido, era incapaz de frenar a un Miller en combustión.

Los periódicos neoyorquinos apuntarían son su dedo acusador a la mañana siguiente a Spike Lee, culpabilizándole directamente de la derrota por haber despertado a la bestia competitiva que anidaba en el interior de Reggie Miller. La realidad es que los Knicks se llevaron aquella serie tras ganar los dos partidos siguientes por diferencias mínimas, pero la leyenda de Miller en el Garden había entrado con letras de oro en el libro de historia de la NBA. Y aquel sería tan solo el primero de sus episodios…

 

 

 



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