El baile de un acariciador de la pelota

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La caricia es un contacto íntimo y sentido que mejora a la persona, ser vivo u objeto animado que la recibe. Ya sabemos que más de un lector Fiebre concilia mejor el sueño cuando imagina el baloncesto en tres dimensiones. Jugadas que ignoran la pizarra de los entrenadores  (cartógrafos de un orden caprichoso) y encienden la imaginación de los espectadores. Por eso, esta tarde queríamos componer un guiño que celebre el momento de forma de Sergio Rodríguez, uno de los bases con más talento alumbrados por nuestro baloncesto.

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El baile de un acariciador de la pelota

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Pedro Fernaud

21.enero.2013

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En la liga y la Euroliga, Sergio se ha aficionado a complicar la vida al Unicaja… Fuente de foto: elmundo.es


El ‘chacho’ lleva un mes de dulce, a tal punto que hoy día es uno de los más firmes candidatos a MVP del mes de enero en la ACB. Este domingo, 20 de enero del año 2013 de nuestro señor, el caballero de la barba mestiza se marcó 4 triples de seis intentos), dos asistencias y una tímida canasta de dos puntos para contribuir a la décima derrota del Unicaja. El habitual muestrario de pases imposibles del señor Rodríguez (al menos para buena parte de los tipos prueban a dirigir la nave) se ha visto enriquecido en los últimos tiempos por un tiro de tres que pone de acuerdo a la velocidad, la plasticidad y, cada vez con más frecuencia, el acierto.

 

Sea como fuere, ese estirón en su juego, esa madurez  para macerar el tempodel partido, no es suficiente para disipar las dudas y las críticas de una parte no despreciable de los aficionados. El caso es que el chacho despierta recelos. Algo habitual en la estirpe de los mohicanos, exploradores de límites poco habituales entre la gente de la tribu. Se habla de su genuino aspecto de los últimos tiempos, que algunos comparan con el de algunos fanáticos religiosos, ignorando el recogimiento de eremita que implica para un tipo tan hiperactivo como él.


Hablamos de un jugador que ha dado control a su natural dispersión y ahí radica una parte importante de su plenitud actual. Del chaval que volvía loco a Carlos Suárez con la música y los calcetines con inquietudes, hemos pasado a un hombre que juega con la confianza de los elegidos pero con la humildad de quien ha recibido varias cicatrices en 26 años de viaje. La gente todavía no se lo cree. Recelan de sus años de suplencia (con poco protagonismo, cortesía del señor McMillan y de su propia bisoñez) en Portland, su primera desorientación en el retorno ACB y también de cierta tendencia a dejarse fluir sin los miedos que atenazan a los pistoleros más obedientes del salón europeo, con los momentos e espectáculo y descontrol que esto implica.

 

Poco a poco, el chico que debutó con Pepu en la última final ACB que besó el Estu ha aprendido a refinar su catálogo de recursos. En esa línea, ha empezado a dejar sin argumentos a los que hasta hace bien poco recelaban de su defensa; ahora sí, pasa por delante de los bloqueos para no dar carta de naturaleza al tiro sus rivales y, lo que es más importante, ha mejorado la fiabilidad de sus piernas en el uno para uno, al tiempo que se ha instruido en el noble arte (bonita defensa de tres cuartos) de no dejar recibir al adversario. Aun así, el baloncesto, como la vida, todavía reserva muchos retos a este chico de 1,91 que cinceló su buena salud en su Tenerife natal a fuerza de vaciar los vasos, cuando no los platos, de gofio.  

 

Los puristas y los clásicos le piden actuaciones estelares en la alfombra roja de la ACB y la Final Four (presagio interesante el triple ganador del otro día ante el Zalgiris). Actuaciones convincentes en las dos orillas que obliguen a colocar a este jugador en la estantería de grandes directores de orquesta del viejocontinente. La mayor parte de los jugadores recelarían o abdicarían de estas expectativas, pero este jugador es de los que se crecen con los retos. Un reto, una motivación, dice el Chacho cuando va a la tienda del destino.

 

No estamos diciendo que el señor de los alley-hoops (Rudy, Gasol o Felipe entre sus socios preferentes) vaya a lucir siempre en los escenarios más exigentes, tampoco que vaya a darse de baja en el club de la entropía que tanto caldea los ánimos de más de un abonado merengue; de lo que estamos hablando en este parqué es que merece la pena celebrar la madurez de uno de los jugadores con más talento (facilidad, fluidez, elegancia) que ha dado la historia de nuestro deporte en nuestro país (uno disfruta imaginando la dupla que este verano puede formar con Ricky en la selección, si la salud de los jugadores y el sentido común de Orenga lo permiten).

 

Sergio tendré también que aprender a tropezar en la cumbre (o no, nunca se sabe a dónde te puede conducir la confianza) para cautivar a la gloria de los títulos y los reconocimientos individuales. De todos modos, los galones individuales le dan un poco igual. Es como pedirle a Liam Gallagher que se ilusione porque la Reina Isabel quiere invitarle a un whisky de media tarde. En el fondo, de lo que estamos hablando es de un joven que se aprendió en el mejor sitio posible para sus cualidades: la cancha de un equipo de colegio, ese club donde es más importante lo que sientes que lo piensas para dejar que el caudal de tu creatividad te permita tutear a los master del universo en una final olímpica o en donde haga falta…

 

Para dar una caricia sólo hay que encontrar el momento y el motivo adecuado y, reconozcámoslo, algunas personas (da igual que estemos hablando de baloncesto, amor o de arte) encuentran más motivos y mejores sugerencias que la mayoría para proporcionar placer a sus semejantes…

Puedes seguir a Pedro en su cuenta personal de Twitter: @petefbaloncesto



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