El gallego y la escalera

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El baloncesto tiene un ojetivo esencial que con demasiada frecuencia obviamos:meter la pelotita dentro de la cesta. El Blusens Moebius demostró este sábado cómo hacerlo en Fuenlabrada, a fuerza de entusiasmo, elegancia y dominio del tempo de juego. Por su parte, el Fuenlabrada derrochó corazón pero le faltó mucho temple para afinar en su búsqueda de los puntos. Theobald Philips nos lo explica con sentenciosidad, humor y el inevitable tono de desencanto que envuelve a quien ve naufragar al barco que relata con harta frecuencia.

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El gallego y la escalera

Theobald Philips

2.abril.2012

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A la vejez viruelas… Bernard Hopkins nos dio esperanzas a los vejestorios aficionados al baloncesto martilleando una y otra vez el poste bajo de Fuenlabrada. Fuente de foto: obradoirobasketfoto-fru.blogspot.com.es




Dicen que si te encuentras un gallego en una escalera, no sabes si sube o baja. Nada más falso. El Baloncesto Fuenlabrada se encontró ayer en el descansillo de la entreplanta de la ACB con el Blusens Monbus y, sin lugar a duda ninguna, se dio cuenta no sólo de que los gallegos subían, sino de que ellos mismos estaban bajando. Ahora están en la planta baja, al borde de la empinada escalera que lleva al oscuro sótano, mientras que el Obradoiro, al que no hace tanto nadie daba posibilidades de salir del parking subterráneo, parece mirar con cierta seguridad los cómodos pisos intermedios.

No fue ese el único lugar común que el Mad-Croc se empeñó ayer en desmentir. Hubo otro, menos popular y más deportivo, que es ese de que el baloncesto es un deporte de posesiones. Lo hemos oído por activa y por pasiva en retransmisiones televisivas (¡ánimo, Manel!), y lo hemos sufrido en su peor encarnación durante muchos años, en los que los pontífices del yo-yocesto se han empeñado en disminuir el número de posesiones en los partidos. Fuenlabrada el sábado cogió 16 rebotes en ataque, recuperó 8 balones e hizo perder 14 al contrario, llegando a tirar 65 veces a canasta, por sólo 49 de los gallegos. Pero, aun así, perdió, y lo hizo de 19 puntos. Y es que el baloncesto no es un deporte de posesiones, sino de canastas, y los de Porfirio Fisac ayer eran incapaces de que la pelota traspasara el aro. Con un paupérrimo 9/36 (25%) en tiros de dos, y 9/31 (31%) de tres, puedes tener todas las posesiones que quieras, que no hay forma de ganar.

Obradoiro tenía claro desde el principio donde estaba su punto fuerte: el juego interior, superior al madrileño tanto en saber hacer (Hopkins, Junyent) como en el aspecto atlético (Lasme, Kendall y los aleros Washington y Ere). Los balones dentro provocaban que sus aleros encontraran posiciones cómodas ante la desajustada defensa del Fuenlabrada, y así los exteriores, con Bulfoni siempre al acecho, también encontraban opciones. Fuenlabrada se desangraba en fallos exteriores y jugadas imposibles ante la buena defensa gallega. Los de Moncho Fernández les ganaban la partida a ambos lados de la cancha.

La ventaja, como en los últimos partidos en el Fernando Martín, era siempre de los visitantes, y sólo el corazón descabezado de los cocodrilos les permitían mantener las esperanzas, a pesar de sus malos porcentajes. Y entonces apareció Oriol, recordando a aquel jugador que prometía ser y que las lesiones nos han quitado en gran medida; con inteligencia, hizo e hizo hacer puntos con facilidad, rompiendo definitivamente el marcador, que se fue al descanso con un descorazonador 31-47 para los locales.

El segundo tiempo siguió los mismos parámetros, con Blusens Monbus apoyándose esta vez en un muy serio Levon Kendall, y con los fuenlabreños tardando cuatro minutos en aumentar, con dos tiros libres de Mainoldi, los 31 puntos que se llevaron a la ducha. El argentino era el único naranja que parecía algo más acertado, siendo a la postre el mejor de los suyos. Sin embargo, los nervios le pudieron y su entrega no se correspondía con su acierto. La lucha del tercer cuarto fue, para el Mad-Croc, intentar rebajar al descanso entre cuartos la “barrera psicológica”… de los 20 puntos (49-69).

Al principio del último cuarto, pareció que el viejo Fuenlabrada, el que tan buenos ratos nos ha hecho pasar esta temporada, había vuelto. Tres buenas defensas y un triple de Mainoldi, y el nivel de decibelios azul-naranja amenazó una vez más con destrozarnos los tímpanos. Pero enfrente había alguien que no se iba a desconcentrar, un monumental Bernard Hopkins que se hizo el amo del partido y que marcó la pauta para que su equipo no se desconcentrara ni en ataque ni en defensa.

 

El tanteo rondaba los 20, pero ahora por debajo, y aun hubo tiempo para un último espejismo. Cinco puntos consecutivos de Hall puso al Fuenlabrada a 13 con cuatro minutos por jugarse, es decir, con el sueño de salvar al menos el basketaverage (8) que su equipo se trajo de Galicia. Porfirio se la jugó sustituyendo a Laso por Muñoz, dejando a su equipo con un solo pívot para ser más agresivos en la línea de pase. Robo de balón, Saúl al contrataque y… fallo. En el ataque subsiguiente Rodríguez, un base sobrio a la vieja usanza, sacó un 2+1 terminando de romper el partido. 63-82 al final, lógico reflejo de un vergonzante 27%-51% en tiros de campo.


En rueda de prensa, Porfirio Fisac dio un puñetazo encima de la mesa, culminando la escalada de avisos que comenzó el día de la primera derrota con el Triumph con una bronca que los jugadores se llevaron sobre las cabezas de los plumillas. Como dijo Porfi, todo le vale para hacerles llegar el mensaje de que, o fuera mierdas mentales, o tendrán serios problemas. Tropezar y caerse por una escalera que lleva a un sótano oscuro del que Estudiantes pretende salir este martes…

 



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