Emperador Durant

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Habían pasado ya 16 años desde que Estados Unidos se coronó por última vez como campeona del mundo. En aquella ocasión, en Canadá, el combinado de los States estaba comandado por un jovezno de peso y talento descomunal llamado Shaquille O’Neal. Como reverenciando aquella epifanía, el Mundobasket 2010 ha supuesto la constatación mundial de que la NBA cobija un talento fuera de lo común: Kevin Durant. La estrella de los Oklahoma City Thunder es una oda al jugador polivalente, como bien saben los jugadores turcos, que este domingo sufrieron su escandalosa puntería (7 de 13 en tiros de tres) y también su facilidad para anotar con entradas a canastas propias de un velociraptor. Enfrente, los jugadores turcos a duras penas aguantaron un cuarto y medio el chaparrón. De algún modo, la displicencia de Turkoglu fue contagiosa entre sus compañeros, a los que les faltó intensidad y ambición.

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Emperador Durant

Pedro Fernaud

13.septiembre.2010

 

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 Kevin Durant fue el hombre más valioso del partido, de su selección y del campeonato. Si a esos méritos le agregamos

la consecución del campeonato, con su equipo imbatido, la imagen de su alegría cobra plena justificación.

Fuente de foto: marca.com, agencia Reuters.

 

Algunos partidos se definen por sus anécdotas. Albores de la segunda mitad y Turquía se apresta a descabalgarse definitivamente del encuentro. Su entrenador, Bogdan Tanjevic, está hecho una furia. No entiende dónde se han dejado el corazón sus jugadores. Los abronca, los motiva, se desespera. Envía a un rincón del banquillo a Hidayet Turkoglu y Keren Tunçeri, los dos jugadores con más ascendencia sobre el grupo. Tras proscribir a sus dos jugones exteriores, da a sus jugadores una indicación clara: “Paradlo. Paradlo como sea. Haced lo que tengáis que hacer, pero no podemos consentir que nos siga masacrando de esa manera”. Se refiere, claro, al señor Durant.


Más allá de una cierta teatralización del diálogo, la anécdota es cierta. Expresa con nitidez el grado de ofuscación de  un entrenador ambicioso que vio como en el día d y a la hora h, cuando tocaba rematar la gesta, a sus jugadores les entró un ataque de conformismo. De esa clase de comportamientos bien poco sabe Kevint Durant, máximo anotador de la pasada temporada en la NBA y el tercer mejor artillero de este campeonato con 22’8 puntos por velada.


Durant fue principio y fin de la gran final, esa en la que ha todos nos entraba una mezcla de desconsuelo y nostalgia cuando veíamos anunciado en cancha el lema ‘Visit Spain’. El alero de los Thunder juega con la naturalidad y acierto de los elegidos. El balón parece una prolongación de su cuerpo. Tarda menos de un parpadeo en anotar triples de ocho metros. Y cuando entra a canasta parece una sombra de elegancia. Se le intuye, pero casi no se le detecta. Mr Durant tuvo pues a bien ofrecer otra demostración de su talento cuando todos los aficionados miraban esa fiesta de la excelencia.


Leyendas como Oscar Smith Becerra, Arvydas Sabonis, Dino Meneguin o Valde Divac, que, entre otros, fueron reverenciados en el descanso con su entrada en el Hall o Fame de la FIBA, alucinaban con las prestaciones de este espigado jugador, que posee el físico de Kevin Garnett, la puntería de Regie Millar y el instinto asesino de Jordan. Su presencia en este campeonato ha sido una bendición. Cae simpático este tipo porque se ha querido labrar un prestigio en un campeonato muy complicado, donde tenía mucho que perder. Con su entrega, acabó ganando también mucho. El campeonato y el reconocimiento como jugador más valioso de la competición (MVP).


Su actuación habla por sí sola: 28 puntos y 5 rebotes. Es decir, tres octavas partes de la producción ofensiva de su equipo, que disfrutó de su inspiración triplista (7 de 13) y su fiabilidad en tiros de 2 (3 de 4). Lo que más asombra es pensar a donde puede llegar este tío cuando ensanche su cuerpo, madure sus registros y entienda mejor el juego.


Su figura fue el eje central del partido porque en ningún momento los turcos supieron como neutralizarle. Tras unos primeros compases de casta y orgullo, los otomanos se dejaron llevar. Puede que las estadísticas digan que Turkoglu hizo un buen partido (16 puntos), pero la realidad es que su apatía y su falta de tensión competitiva (usaba su protector bucal como un chicle con el que homenajeaba a la chulería pagada de sí misma) fue contagiosa para sus compañeros. Con ejemplos como éste, cobra más valor la cultura del esfuerzo y del ‘quiero más’ personificada por europeos consolidados en la élite como Gasol o Nowitzki.


El caso es que el partido sirvió para constatar el talento atlético de los norteamericanos. Su habilidad para jugar con éxito el uno para uno y poco más. Porque resulta llamativa su pobreza de recursos cuando se tienen que expresar como colectivo. Eso sí, jugones no les faltan; verbigracia en este partido: Lamar Odom (15 puntos y 6 rebotes) y Westbrook (13 puntos y 6 rebotes).


Enfrente, los turcos a veces jugaban demasiado acelerados, otras demasiado intimidados y finalmente les vino una especie de mansedumbre tan humana como poco edificante para el espectáculo. El caso es que España ya no puede presumir de jerarca mundial. El privilegio pertenece ahora un puñado de prodigios atléticos, bien adiestrados en el cuerpo a cuerpo, con ambición y disciplina, liderados por Kevin ‘Asombro’ Durant.