Un esfuerzo desesperado por romper el cerco del desastre, se estrelló finalmente contra la consistencia de un marine. 73 – 77, así fue la particular batalla de las Ardenas de Montakit Fuenlabrada contra FIATC Joventut.

La batalla de las Ardenas
Theobald Philips

Foto: Alba Pacheco / enCancha.com El marine Savané frenó al Fuenlabrada

Foto: Alba Pacheco / enCancha.com
El marine Savané frenó al Fuenlabrada

A finales de diciembre de 1944, cuando el frente oriental se había roto tras la desastrosa derrota de Von Paulus en Stalingrado, completando los aliados occidentales la triple pinza mortal con sus desembarcos en Normandía y Sicilia, cuando se batallaba en las mismas fronteras de Alemania, la Wehrmacht desencadenó en la zona de las Ardenas su última ofensiva, el canto del cisne, en un desesperado intento por retomar la iniciativa de la guerra y cambiar su curso. Acumulando todos los efectivos de los que podía disponer, soldados, blindados, aviones, en aquel punto del frente, intentó parar el avance de americanos y británicos, romper sus líneas y, con ello, retomar un hálito de esperanza para el Reich. De forma parecida, Manresa fue el Stalingrado del Montakit Fuenlabrada, la batalla en la que el frente del este contra los equipos de la parte baja de la tabla se desmoronó y dejó en las manos de sus contrincantes, especialmente el Ejército Rojo de Pedro Martínez, el camino expedito hacia los puestos de salvación o penúltima y relativa confianza, mientras que las tropas naranjas quedaban atrapadas entre una necesidad de resultados ajenos favorables y un descorazonador frente occidental en el que tres equipos de los que luchan por playoff no iban a regalar nada.

Como aquella mañana de invierno en las Ardenas, Fuenlabrada lanzó su ataque sin previo aviso, desde el mismo amanecer del partido, apoyándose en el fuego de cobertura de la artillería, en este caso un redivivo Daniel Clark que machacó inmisericorde desde la larga distancia el aro verdinegro. Protegidos por la fuerza de Sitapha Savané, único de los badaloneses que veía aro entre el fuego defensivo madrileño, las líneas del FIATC Joventut aguantaron apenas cuatro minutos; cubiertos por el bombardeo lejano de Clark y el despertar del blindado Panko, los fuenlabreños presionaban y atacaban con fiereza el rebote ofensivo impidiendo que la Penya cogiera el ritmo que les interesaba y desmintiendo su nombre: todos los puntos del Joventut habían venido de la mano del citado Savané, Miralles y Vidal. Cuando el primer cuarto se cerró con un 23 – 13, tras triple de Miso, la valoración del Fuenlabrada doblaba la rival, y la aparente igualdad en el rebote era engañosa, pues mientras los 4 ofensivos locales se habían traducido en 4 canastas, de los 5 catalanes en realidad 4 habían sido en la última jugada.

Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak.com "No se vive solo del acierto" (Jesús Sala sobre Clark"

Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak.com
«No se vive solo del acierto» (Jesús Sala sobre Clark)

Aunque la salida en tromba había dado resultado sorprendiendo a los verdinegros y obligándoles una y otra vez, al chocar en sus penetraciones contra la blindada defensa local, a devolver el balón al perímetro donde la mejor de las armas de los de Maldonado no pudo funcionar, en el segundo cuarto Montakit Fuenlabrada no pudo mantener el mismo ritmo. También pasó en las Ardenas, donde cuando el tiempo mejoró y permitió a la aviación aliada, muy superior en número, controlar los cielos, se ralentizó el avance alemán al ser castigadas sus divisiones panzer desde el aire. Así, Clevin Hannah, con 2/2, y Álex Suárez (que además consiguió frenar convenientemente a Panko), convirtieron el 1/8 de los diez primeros minutos en un mucho más presentable 3/6 desde la línea de 3 puntos. A Fuenlabrada, como al ejército alemán, se le acababan la gasolina y las municiones, perdiendo en esta segunda fase de la batalla la mitad de los preciosos puntos que había conseguido en la primera (38- 33).

Pero el avance alemán, tras infligir a las tropas fundamentalmente americanas una severa derrota inicial, permitiéndoles casi conseguir sus objetivos de llegar a Amberes, terminó no solo estancándose, sino muy pronto tornándose en repliegue. Por un lado, sus reservas de combustible y munición eran muy limitadas, en realidad absolutamente insuficientes para una operación de tal envergadura, teniendo que mantenerse a base de lo que podían capturar al enemigo y, por otro, a los americanos les llegaron refuerzos al mando del general Patton. En el caso del Joventut su primer refuerzo les vino de las manos de Tariq Kirksay y Damon Mallet que, con sendos triples de inicio, colocaron por primera vez a los suyos por delante en el marcador (39 – 38), aunque fuera fugazmente. Fuenlabrada seguía defendiendo con fiereza y aguantó el envite, retomando la iniciativa incluso, pero no conseguía volver a romper el partido pues únicamente Panko, abusando de la defensa de Abalde, y Cvetkovic, conseguían ver aro con cierta facilidad. Cada canasta se contestaba con canasta, y cada fallo (y hubo muchos e incomprensibles por ambos bandos), con fallo, de manera que la distancia se mantenía. Miralles y Suton relevaban el gran trabajo de Savané en la primera parte y, como los tanques Sherman contra los agotados Panther, ganaban punto a punto hasta colocarse a apenas uno (55 – 54). Un triple postrero de Mayo, en lo que quizá sería su única acción positiva del partido, dejó la engañosa sensación de que en ese tercer cuarto solo se había perdido un punto.

Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak.com "No nos da la misma consistencia defensiva que Moussa " (Sala sobre Akindele)

Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak.com
«No nos da la misma consistencia defensiva que Moussa » (Sala sobre Akindele)

La ofensiva de las Ardenas, tras su brillante inicio, terminó como tenía que terminar: agotada en su propia e ilusoria fantasía heroica, ahogada por la realidad de las carencias del ejército alemán en materia de suministros. Los soldados americanos, en pocos días, retomaron la iniciativa y terminaron con ella, devolviendo a sus enemigos hasta el punto de partida y más allá, abriendo el camino que finalizaría con la rendición incondicional de Alemania y la caída del Reich. De igual manera, la sobriedad y efectividad del camarada del Almirante Robinson golpeó una y otra vez el flanco interior del Fuenlabrada, perdido entre la cuarta falta de Diagné y la abulia de Deji Akindele, manteniendo a los suyos en el partido, muy cerca del Fuenlabrada. Hannah y Suton, tras esa nueva exhibición inicial de Sitapha, tomaron el relevo desde el 6’75 e igualaron el marcador, pareciendo susurrar al oído de los naranjas «no lo váis a conseguir». Sin combustible en sus cuerpos ni munición en sus manos, con empate a 73, llegó el fatal desenlace para Montakit Fuenlabrada.

La gasolina de Daniel Clark (21p, 20val) se agotó en un intento de triple salvador desde el frontal, a más de 7 metros de distancia y, en la jugada siguiente, aunque Goran Suton no pudo ni tocar el aro con su tiro, a Diagné se le fue el balón por la línea de fondo. Tras tiempo muerto, con apenas un segundo de posesión, el croata rectificó su error y clavó dos puntos de acero en la tapa del ataúd fuenlabreño. Después de todo, la ofensiva daba a su fin y las tropas habían vuelto al punto de partida. Panko, en un último esfuerzo bien defendido, falló también una de sus habitualmente certeras suspensiones desde el tiro libre y, aunque Moussa fue capaz de cortar el balón en el ataque verdinegro, la falta de fuelle y los nervios jugaron una mala pasada a Alberto Díaz que, en una entrada no demasiado acertada, fue taponado por el incombustible marine Savané. Dos tiros libres de Kirksay sentenciaron el resultado final.

Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak.com Más que chispas entre los veteranos

Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak.com
Más que chispas entre los veteranos, que los árbitros no supieron cortar

Como la Wehrmacht, Fuenlabrada perdía la batalla de las Ardenas, pero no perdía la guerra en esos campos de Bélgica. Las Ardenas, como la heroica frente a Joventut, Iberostar Tenerife y Valencia Basket, no eran más que su canto del cisne, un ilusorio y postrero intento de enmendar todos los errores del pasado que le han conducido…hasta la derrota final. Ahora, a expensas de lo que pueda quedar de moral de la tropa, encerrados en el búnker de la Cancillería solo queda esperar un milagro en forma de resultados o cuestiones burocráticas que, de forma sorpresiva y a pesar de todo, salven a este ejército del desastre.