La estrategia del cocodrilo

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¿Para qué sirve el baloncesto? Entre las múltiples respuestas posibles, figura con atracción propia el humor. Theobald Philips se disfraza de aventurero con retranca y compone una divertida crónica del triunfo del Baloncesto Fuenlabrada sobre el UCAM Murcia (89-73). Por el camino, no escatima en ritmo y elpisis narrativas que hacen más gratificante este refresco invernal. 

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 La estrategia del cocodrilo

Theobald Philips

13.febrero.2012

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Javi Vega fue uno de los más voraces en la carnicería del segundo cuarto. Fotografía: ACBPHOTO – FRAN MARTINEZFuente: www.ucammurcia.com


Todos lo hemos visto o, mejor dicho, todos hemos dicho que lo hemos visto cuando la verdad es que, en esa hora en que la sangre se acumula en el estómago para hacer la digestión y el sofá muestra sus más mullidas bondades, la música del National Geographic y la voz de Constantino Romero son más una nana que un acicate para incrementar nuestros conocimientos sobre la naturaleza. Me refiero a la forma de cazar de los cocodrilos, con sólo los ojos y los orificios de la nariz por fuera del agua para, con un brusco movimiento, saltar y cerrar sus mandíbulas sobre la desprevenida presa, arrastrándola irremisiblemente al centro del río donde, al mismo tiempo, muere ahogada y despedazada por los hambrientos saurios. Ayer el Fuenlabrada, en un homenaje a su nuevo patrocinador, siguió la estrategia del cocodrilo para merendarse al UCAM Murcia.


Los murcianos llegaron muy centrados, todavía arrastrando la resaca eufórica de su victoria tras el cambio de entrenador y con Augustine demostrando su calidad en la pintura (como Fran Pérez había pronosticado). Sólidos en defensa y con cabeza en ataque, se encontraron además con un Andrés Miso que nos recordó al jugador que era y todavía debería ser. Las ventajas levantinas no fueron a más porque los naranjas, a pesar de su desacertada defensa, las tres faltas de Joseph en cuatro minutos, las cinco pérdidas de balón y el nefasto 2/9 en tiros de dos, se mantenían al acecho con el porcentaje de triples (4/7) y el acierto en los tiros libres fuera del agua.


El segundo cuarto empezó con un concierto de imprecisiones de ambos equipos, que mantuvo el 20-21 durante dos minutos y medio. Entonces, Saúl cogió un balón, dribló a su defensor, se paró a cuatro metros y encestó la primera canasta de ese tramo del partido; fue como el ruido de abrir una lata de bebida energética. O la señal de que era el momento de saltar a por la desprevenida cebra murciana y que las mandíbulas de la defensa fuenlabreña se cerraran sobre sus líneas de pase. Atrapada la presa en sus fauces, los de Fisac la arrastraron al centro del río, donde la corriente es más rápida, despedazándola con incisivos ataques que ampliaban la distancia en el marcador, a pesar del tiempo muerto del vehemente Óscar Quintana.


No en el segundo cuarto, sino en sólo 7’33”, el marcador fue de 32-9, con los locales haciendo 11/14 en tiros de dos y perdiendo únicamente dos balones. Como los cocodrilos del documental, todos los jugadores del Fuenlabrada acudieron al festín, llevándose una esperanzadora tajada el canterano Javi Vega que, por fin, se enardeció al olor de la sangre y consiguió once puntos (sin fallo en tiros de campo) y cuatro rebotes. De toda la manada murciana, sólo Barlow y Kurz consiguieron cruzar el río del descanso sanos y salvos.

El segundo tiempo no tuvo historia. Es como si, al igual que en el ajedrez, el Murcia hubiera concedido la victoria al Fuenlabrada y ambos equipos se hubieran dedicado durante los segundos veinte minutos a jugar por jugar. Quizá por eso fue un partido muy entretenido y bonito de ver -una faena de aliño la denominó Quintana-, con jugadas destacables como el espectacular triplazo cayéndose de Hall, segunda mejor jugada de la jornada. UCAM ganó esta vistosa pachanga 37-43 aunque, para su desgracia de cara a la clasificación (muy por debajo de la calidad teórica de la plantilla), sin trascendencia para el resultado final pues el partido terminó 89-73.

No es que las cuencas fluviales del Llobregat y el Besós sean un hábitat propicio para los cocodrilos pero, si yo fuera un animal blanco en horas bajas, me andaría con cuidado antes de acercarme a beber. Porfirio, a pesar de que tiene los pies en el suelo y sabe que no tiene muchas posibilidades, ha prometido ser “lo más cabrón que pueda”. Y es el entrenador de unos cocodrilos locos…

 



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