La jugada del ilusionista

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Un verdadero enfermo al baloncesto se diagnóstica porque se despierta viendo jugadas. Memorizándolas, mejorándolas, repitiéndolas hasta límites de profesional. Si esta fijación fuera con el arte, obtendríamos grandes dosis de reconocimiento social. Pero estamos hablando de un deporte. Con rasgos estéticos, sí, pero un deporte. El sueño con el que inaugura su vigilia Carlos Sánchez Blas contiene imágenes de jugadores anotando canastas a aro pasado. En este artículo desglosa con pulso certero las claves de la jugada y menciona la elegancia de Bullock, Hermann, Wade, Rudy o el Doctor J para ejecutar con elegancia esa suerte. ¿Cuál es tú favorito para esquinar la cesta con acierto?

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La jugada del ilusionista

Carlos Sánchez Blas

 

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Rudy Fernández es posiblemente el jugador nacional con más arte (y muelles) para

ejecutar la entrada a aro pasado. Fuente de foto: nba.com.

 

Hace ya demasiados años, en un patio que ya no existe de un colegio que tampoco existe, conocí a un ilusionista. Un ilusionista del baloncesto. Nunca supe cómo se llamaba, ni cuantos años me sacaba. Pero aquel chaval moreno, atlético y “chuleta” fue el que me transmitió (sin saberlo) la devoción por mi jugada favorita: la canasta a aro pasado.


Nunca la pude ejecutar con plasticidad, ni siquiera en aquellos divertidísimos entrenamientos con mis colegas del SA-FA. Pero disfruto cuando veo a Louis Bullock, Rudy Fernández, Walter Herrmann o Dwyane Wade convertir el aro pasado en una religión. Me deleito con el efecto que le dan al balón para que baile sobre el aro antes de caer en la cesta. Me “pone” comprobar como estos artistas aguantan suspendidos en el aire décimas, segundos, ¿minutos? antes de soltar la pelota grande. Flipo con estos extraterrestres que son capaces hacer real lo que para los mortales es sólo un sueño irrealizable.


Sé que muchos amantes del basket prefieren un mate espectacular, un tapón entre las nubes o un triple de 8 metros saliendo de un bloqueo. Pero yo me quedo con la canasta a aro pasado. La que nunca pude hacer. O me obsequiaban con una merecida “chapa”, o hacía pasos, o lanzaba un “ladrillo” al tablero rival. Incluso recuerdo una vez (sólo una) en la que el aro se alió con el Demonio para escupir una cesta con la que llevaba soñando demasiados años. Ya soy demasiado mayor para intentarlo. Por eso de vez en cuando imagino que soy el Doctor J, que defiendo la zamarra de los Sixers, que me enfrento a los Lakers en la final de 1980 y que dibujo en el aire el canastón que os regalo en el vídeo que acompaña a este texto. Aquel ilusionista de mi “cole” despertó mi fiebre por el aro pasado… mi fiebre por el baloncesto.