Los desastres de la guerra

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No pudo ser. Una frase a la que, desde hace afortunadamente mucho tiempo, nos estábamos desacostumbrando. El espejismo de los bambis serbios ahogados en su propia falta de edad no ha sido suficiente para conjurar al fantasma que nos ha perseguido a lo largo del campeonato: la falta de consistencia. Cuarto partido contra un equipo bragado, cuarta ventaja desaprovechada, cuarta derrota. La Francia de Tony Parker le disputará el oro a Lituania.

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Los desastres de la guerra

Theobald Philips

20.septiembre.2013

20.septiembre.2013

Foto: www.eurobasket2013.org

La Francia de Tony Parker batió a España en la prórroga


A María y Juan Antonio, vilmente abandonados por el baloncesto. Mil perdones y felicidades.


Todo el mundo está inquieto y, en los mentideros de España, se empieza a extender un rumor: “Los gabachos, los gabachos se quieren llevar nuestro Eurobasket a París”. Mientras la gente se va arremolinando frente a los televisores, nuestros soldados lo hacen en el centro del parquet, para conjurarse. “No, no lo harán. No les dejaremos”. El mariscal Collet, preocupado por la furia que ha visto crecer en los últimos tiempos entre las filas españolas, llama a los mejores de los mamelucos y los manda al círculo central, a que los dispersen.


Sube el balón al aire e, insuflados de furor patriótico, recordando las glorias pasadas, los españoles cierran filas, roban un balón y contragolpean como el rayo para poner un 4-0 en el luminoso. Desconcertados por la arremetida, las tropas francesas se desbandan y pronto no son más que sombras que deambulan por la pista. Solo el general Parker, demasiado solo, mantiene en pie el honor de La Grande Armée. Sin arredrarse, uno, dos, hasta ocho puntos abate de sibilinas estocadas, frenando en seco la rebelión española.

Foto: www.eurobasket2013.org

Parker estelar. Pero cuando Parker metía solo, a Francia le iba mal. Al genio de San Antonio le ayudaron sus compañeros

“¿Pero es que un solo hombre va a detener a toda España?” el teniente Rodríguez mira a su alrededor y se atrinchera en la genialidad de sus pases, llamando a sus compañeros a retreta. Acuden presurosos Rudy, volando, y Aguilar, que con letal carabina derriba a los franceses desde lejos. Ya ni Parker puede parar el aluvión de los guerrilleros que, al unísono (todos ayudan, todos aportan), arrollan a los azules haciéndoles perder sus posiciones. Mediado el combate, en una tegua, el recuento de bajas arroja un 31-18 en favor de los españoles.


Pero los compatriotas de Napoleón no han llegado hasta donde están por rendirse. Tras el reagrupamiento, vuelven a la batalla con más intensidad y, tras herir levemente al acorazado Gasol, recortan las diferencias hasta hacerlas asumibles. Su táctica ha cambiado, y ya no fían solo a la genialidad de Parker con el florete. Diot y Gelabale por los flancos, revientan las defensas rojas desde más allá del perímetro y, el resto, cerrando filas, impiden que los nuestros puedan llegar hasta sus objetivos. Cuando solo quedan diez minutos para que termine el día, la diferencia entre ambos ejércitos es solo de 49-43.

Foto: www.eurobasket2013.org

El alley-oop Chacho/Rudy, todo un clásico que tuvimos la oportunidad de disfrutar varias veces

Es la hora de los valientes y, sin Parker en el campo de batalla, el mariscal Collet dispone sus tropas en orden de 2-3. Hasta el último hombre, hasta la última bala, una defensa numantina que cierra todos los huecos a la ofensiva española que, desordenada, parece haberse quedado sin fuerzas. Pero con solo un punto, cuando todo parece perdido, vuelven a resurgir las genialidades de Rodríguez y Fernández, que con sendos cañonazos desde casi la retaguardia, volando y machacando el cuartel francés, restablecen un tranquilizador 58-51.


Mas cuando la revolución española parece triunfar, pues hasta el general Parker se pierde en la precipitación, aparece Florent Pietrus, un simple soldado raso, un gastador aplicado en abrir trincheras en rebote, en cerrar caminos en defensa, hasta en sorprender a la defensa española desde la línea de fondo o con una triple bomba, el que vuelve a introducir a los franceses en la lucha y a dejar las espadas en todo lo alto.


Queda poco tiempo, y los nervios atenazan a ambos bandos. Sergio Rodríguez, que tantas veces ha sostenido a nuestras tropas, falla un blanco que podría habernos dado la victoria. Parker se precipita y, en vez de apurar el tiempo para evitar la reacción española, es taponado en su ataque por el guerrillero Rudy. En el tiro decisivo, los españoles no aciertan con su última bala y abocan a los dos ejércitos a luchar durante cinco minutos más (65-65).


El agotamiento, el miedo, los nervios, atenazan tanto a los españoles como a los franceses. Se tantean sin golpearse, disparando tiros al aire que no arañan el marcador o perdiendo el sentido de sus acciones. Más de un minuto y medio tarda Gasol en cobrarse dos tiros, y un minuto más en igualar Francia. Es una guerra de miedos, en la que las ventajas exiguas son abismales, y en la que, a pesar de algunos regalos, los españoles no encuentran espacios perdiendo definitivamente la esperanza. Como en el cuadro del genial aragonés, sus esfuerzos son vanos y ya solo les queda levantar los brazos al aire, mientras los arcabuces de Parker y Diot los van fusilando desde la línea.


Como en un mal recuerdo, la última oportunidad de España de seguir peleando (72-75) se pierde en el segundo postrero, en un movimiento embarullado y en un triple desesperado de un tal Gasol. La final la lucharán Francia y Lituania, los que posiblemente han sido los dos equipos más consistentes en este campeonato de la inconsistencia.


Esta es una crónica de guerra, de los desastres de una guerra en la que España, como presumíamos, tuvo su oportunidad; queda, antes de hacer un análisis, ver la reacción de los nuestros en la lucha por el bronce. Nos reservamos hasta ese momento afilando el bolígrafo.


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