Los vasos comunicantes entre la Roja y la ÑBA

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El deporte de masas es una sublimación de nuestros instintos más agresivos. Como si a las garras de tu espíritu le pusieras una funda de terciopelo. La mayoría de nosotros ha disfrutado a lo grande con la tercera corona consecutiva de la selección de fútbol. Además, los más basquetbolistas hemos podido evocar una ensoñación de vasos comunicantes, donde los héroes del fútbol encuentran algo parecido a un álter ego en la selección de baloncesto. En este artículo identificamos valores coincidentes entre los combinados nacionales de los deportes con más amor en nuestro país.

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Los vasos comunicantes entre la Roja y la ÑBA

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Pedro Fernaud

4.julio.2012

 

Cuando llegue el momento, deberás mostrar elegancia bajo presión. Como si una predestinación guiara sus pasos, Sergio Ramos nos dejo los ojos como rosquillas cuando se animó a batir al guardameta luso con un penalti a lo Panenka, tan artístico como temerario . A Ramos siempre se le han adivinado unas condiciones siderales para el fútbol y en los últimos tiempos está cuajando ese talento. Cuestión de madurez y fortaleza física.

Buena nueva de la que también puede disfrutar Marc Gasol, que es sólo un año mayor que el castigador de Canas (85,86). El mediano de los Gasol ha metido un termostato en su juego, que incrementa cuando crece la presión en los playoff; es como el payaso que, media hora antes de la función, está derrengado en la silla de su camerino, lamentándose por la enésima bronca con su novia, la domadora, y que cuando llega el momento convoca la naturalidad y la concentración para pintar las risas en el público.

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Iniesta es un pequeño buque que navega entre campos de golf. Cuando le ves jugar, fluyes con sus movimientos. Algo parecido ocurre con Navarro, un hidroavión que hace de sus limitaciones físicas una partitura para el arte (con unas piernas como las de Rudy, no hubiéramos conocido el recurso de la bombita). Con ellos en el tapete, todo parece posible; el estado de flujo, como cualquier talento, también tiene sus preferidos.

Por velocidad y descaro, también por las curvas de algunos tramos de su carrera profesional, Sergio y Jordi Alba comparten paisaje. Estas clase de tipos compiten con una inconsciencia que creías haber visto morir en el patio del colegio. Por eso emocionan con tanta facilidad, porque siguen su instinto que, sin que ninguno sepamos muy bien por qué, está aliado con la creatividad.

Casillas, por su parte, tiene algo de trepamuros, un tipo distinguido con un don que se ha encargado de cultivar con generosas raciones de trabajo y sensatez, valores (y talento para tapar la madriguera) que también lleva grabados en su singladura Serge Ibaka, que tiene algo de cazador inverso, la paciencia de un hombre y los recursos de un felino.

¿A quién echo de menos en el baloncesto? La elegancia y la versatilidad de Xabi Alonso, que seguramente un día tuvo para la ÑBA Jorge Garbajosa, que acaba de decirnos que deja los bártulos de jugador para embarcarse en una aventura como técnico con la selección. ¿Qué ingrediente le falta a la Roja? La irreverencia de Rudy, capaz de calzarse un partido-blasfemia frente a los sagrados NBA. Ese descaro y personalidad que sí hemos apreciado en Mario Balotelli, un poeta del área (más ensimismado que inspirado de momento) con cuerpo de Hulk y recursos majestuosos, como las posibilidades de Pau en el tramo medio corto de la canasta.

Queda por celebrar el talento para ‘regatear con el pase’ de Xavi, que tiene su alter ego en la figura de Ricky Rubio o en la de los Sergios merengues. La cualidad para hacer de lo colectivo un pasaporte para la magia, como la que sentimos cuando vemos a estos equipos tirar a la basura nuestros traumas (demasiadas derrotas en la memoria colectiva) de adolescentes. Nunca es tarde para aprender a volar.

 



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