Magic Johnson, el icono de una generación

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Algunos jugadores perduran en la memoria colectiva más allá de sus logros. El magnetismo de su carisma escapa a la dictadura del tiempo y los aficionados evocan su figura con un cariño especial. Earvin Magic Jhonson pertenece a esa estirpe. Con el añadido de que además fe el jugador más valioso de su momento y de que una inesperada enfermedad cercenó una carrera a tiempo demasiado temprano. Sea como fuere, en su periplo profesional (1979-91, 96) a Magic le dio tiempo de conquistar 5 títulos y ser tres veces designado como jugador más valioso (MVP) de la liga regular y otras tantas de las finales. Por si fuera poco, ‘Magic’ lideró junto a Jordan y Bird el Dream Team que arrasó en los JJOO de Barcelona 92. Óscar Cortina nos acerca la magia de este mito viviente con su habitual mezcla de rigor, ritmo y…Vibración.

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Magic Johnson, el icono de una generación

Óscar Cortina

31.octubre.2010

 

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Magic creó época con su elegancia a la hora de repartir juego y guiar a la consecución de títulos (ganó cinco con los Lakers). Fuente de foto NBA.com.


Si un jugador de baloncesto ha trascendido más allá de las canchas, sin duda ése ha sido Earvin Effay Johnson Jr. Cuando a los 15 años un periodista local le puso el sobrenombre de Magic después de verle lograr en un partido 36 puntos, 16 rebotes y 16 asistencias, ni siquiera él podía pensar que pese a las trazas de gran jugador que ya auguraba, tendría en el futuro la relevancia que después consiguió. Magic no sólo es uno de los mejores baloncestistas que ha dado la historia, sino que además ha sido, y sigue siendo, uno de los grandes iconos de nuestra sociedad.


Su historia es la de un afroamericano que nació un verano de 1959 en Lansing, Michigan. Que triunfó como estrella universitaria en un tiempo donde la segregación racial todavía seguía coleando. Que se convirtió en el mayor referente de la NBA, devolviendo el auge a una liga en decadencia y llegando a una cúspide alcanzada por muy pocos seres humanos en el deporte. Que cayó en desgracia como portador de la enfermedad más mortal que ha conocido el siglo XX, pero que precisamente por ello se erigió como el gran estandarte de la lucha contra el sida y un emblema de los valores humanos. Está claro que todo lo que toca Earvin, lo convierte en algo mágico.


Al acabar la High School desembarcó en la Universidad de su Michigan natal, donde no tardó en convertirse en la gran figura del equipo de baloncesto. Este combinado pasó en su primer año de ser uno de los conjuntos más flojos de la liga a llegar a la final de Medio Oeste, donde cayeron ante Kentucky. Earvin fue elegido como mejor novato del campeonato, y lo mejor estaba por llegar. Al año siguiente llegó a la final, que disputó ante Indiana, siendo el primer enfrentamiento ante el que pasaría a ser su gran amigo, Larry Bird. En esa ocasión la victoria cayó a favor de Magic por 75-64 en lo que fue la final universitaria más vista de la historia. Earvin siempre le recordaría al pájaro de Indiana aquel triunfo, que marcó su exitosa carrera.


Antes de salir de la Universidad, Johnson ya tenía a todos los equipos profesionales llamando a sus puertas. Pero sólo uno fue el conjunto que se llevó a la gran promesa, lo que marcaría por siempre la historia del baloncesto. Los Ángeles Lakers le eligieron en el primer puesto del draft, y Earvin cumplió el sueño de jugar junto a su gran ídolo de juventud, Kareem Abdul-Jabbar. Pero no fue el ejecutor del Sky-Hook quien se llevó el protagonismo del club. Desde su debut todos los flashes se centraron en Magic Johnson, que revolucionó el juego angelino. Éra un tipo de jugador como no se había visto nunca. Tenía altura como para poder jugar en la pintura (de hecho actuó de pívot en el decisivo partido de la final del 80 ante los Sixers, consiguiendo 42 puntos), mecánica de tiro para ser alero, y sin embargo ejercía como el mejor de los bases. Su juego eléctrico, sus pases imposibles y la primacía del espectáculo crearon lo que pronto pasó a conocerse como el showtime. Las canchas se llenaban, las televisiones se rifaban los partidos y las revistas deportivas copaban sus portadas con la sonrisa de la nueva estrella de Los Ángeles. Nunca antes la NBA había brillado con tanto fulgor.


La ligo no sólo necesitaba a una estrella y a un equipo ganador, sino que también era necesario la presencia de un gran rival, que se materializó en el verde irlandés de los Boston Celtics, con el bueno de Larry Bird al mando. El alero le birló el título de rookie del año a Johnson, y su rivalidad en las canchas fue creciendo tanto como su amistad fuera de ellas. Los duelos entre ambas franquicias se hicieron legendarios, hasta el punto que a día de hoy se les sigue recordando como el mejor de toda la historia NBA. Se midieron en tres finales consecutivas, del 84 al 87. La primera cayó del lado bostoniano y las dos siguientes para el equipo holyywoodiense, que se sentía muy a gusto bajo el calor de los focos, que alumbraban a Worthy, Jabbar, Kurt Rambis o A.C. Green con esplendor, pero que siempre se detenían en la figura de Magic. Él era el eje de todo, y la NBA le utilizó como trampolín marketiniano para acabar de conquistar el mundo entero. Para entonces Earvin ya empezaba a acumular anillos (finalmente conquistó 5 campeonatos) y MVPs (un total de 3), entrando en la leyenda de los más grandes.


Magic tenía una premisa vital sobre la cancha: «una canasta hace feliz a una persona, una asistencia hace feliz a dos». Con 2346 asistencias en su carrera (récord absoluto de la NBA), hizo feliz a mucha gente, pero sobre todo a él mismo. Earvin era la sonrisa del deporte. Parecía estar rodeado de ese halo de invulnerabilidad que cubre a los superhéroes. Nada malo le podía pasar. Sin embargo ese manto se volatilizó el 7 de noviembre de 1991, día en el que anunció que era portador del virus VIH. Por aquel entonces el sida ya empezaba a causar estragos en la población mundial, pero no había tocado de cerca a ninguno de los tótems de la sociedad. La noticia de que Magic tenía sida sacudió al mundo entero.


Desde nuestra perspectiva, a punto de entrar en la segunda década del siglo XXI, vemos ahora el sida con una óptica bien distinta a la que se tenía hace 20 años, donde la información era escasa y confusa. Hasta ese momento el VIH se había relacionado con las tres ‘H’, de hemofílicos, heroinómanos y homosexuales, por lo que Magic rompía completamente con el patrón establecido. En este momento hay que hacer un aparte, pues aunque Earvin tenía cara de no haber roto un plato en su vida, la fidelidad conyugal con su esposa Cookie no la llevaba con disciplina castrense. Cuando anunció su enfermedad reconoció haberse acostado con más de 1.000 mujeres. Cifra nada desdeñable, aunque si la comparamos con las 20.000 señoritas con las que asegura haber estado Chamberlain (sólo con este dato el bueno de Wilt ya merece un capítulo aparte en las leyendas del baloncesto), lo de Magic se queda en unas pocas canas al aire.


Cuando parecía que su carrera había llegado a su fin, Magic decidió volver a las canchas. El propio Gerge Bush (padre, se entiende) le catalogó como un «héroe americano» y no andaba desencaminado. En la temporada 91/92 fue votado masivamente para que acudiera al All-Star, y aunque algunos se opusieron, como Karl Malone (el cartero nunca fue muy amigable), finalmente acudió y terminó el partido jugándose un par de uno-contra-uno ante Thomas y Jordan para delirio de los asistentes. Fue elegido MVP y acabó por conquistar el corazón de los más dudosos. Pero su colofón estaba por llegar. En 1992 se unió al grupo de mayores estrellas que se ha juntado jamás en un mismo equipo deportivo. Jordan, Bird, Barkley, Pippen, Stockton, Robinson, Mullin, Ewing, Malone y Drexler (me niego a meter a Laettner en esta constelación) acompañaron a Magic en un combinado que arrasó por más de 30 puntos a todos sus rivales (a España ‘sólo’ la gano por 41, mientras que Angola se llevó 68 de diferencia), venciendo en la final a Croacia por 117-85.


A partir de ahí la carrera de Magic se fue difuminando, dejándonos sólo unas breves pinceladas de su calidad. Después de comenzar la pretemporada de la 92/93, se retiró antes de empezar la liga por motivos personales. Entrenó a los Lakers el año siguiente durante 16 partidos y nos asombró a todos volviendo a las canchas en la 95/96, donde con 36 años promedió 14 puntos y 7 asistencias por partido. ¡Qué grande eres! (esto lo dice un servidor, pero seguro que también se escuchaba en la grada del Staples Center cada vez que se ponía de nuevo su mítico 32). Finalmente colgó la camiseta ese año, (retirándose su número para siempre). En la actualidad se dedica a dar charlas en los institutos sobre el sida. Pero a pesar de sus 51 años, no nos costaría verle dar una de sus conferencias enfundado en su camiseta dorada, con una amplia sonrisa y haciendo girar un balón sobre su dedo índice. Es la imagen que todos tenemos grabada a fuego de Johnson, y es que por muchos motivos, Magic es el gran icono de esta generación.