Pau Gasol: cuando la vulnerabilidad te hace más grande

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Pedro Fernaud Quintana. España sumó el pasado domingo 20 de septiembre su tercer oro europeo (2009, 2011 y 2015) con una victoria nítida ante Lituania (81-63). El partido puso el broche de diamante a un trabajo in crescendo a lo largo de todo el campeonato, con una mención muy especial para el trabajo de Pau Gasol, MVP del torneo, en su mayor demostración de talento individual de los 15 años en los que lleva gobernando el baloncesto europeo.

Lo primero que me llamó la atención cuando conocí a Pau Gasol, CANAL + mediante, fue su porte desgarbado y esa actitud de “os voy a enterar”, con apenas 21 años. Lo de sus 2,15 claro que era llamativo, aunque en realidad lo era más su facilidad para jugar como un alero.

El resto de la historia ya la sabéis. El tío contribuyó activamente a que el Barça se hiciera ese año con Liga y Copa, para después emprender la aventura americana, donde se hizo una reputación en Memphis y se ha enfundado 2 anillos de la NBA con los Lakers,  a los que hay que sumar su presencia en 5 All-Star y el espléndido curso ha firmado este año con los Bulls, récord de anotación de 46 puntos (ante los Bucks) incluido. Por el camino, ha sumado 9 medallas con la selección. Entre ellas, 1 campeonato del mundo, 3 campeonatos de Europa y 2 valiosos subcampeonatos olímpicos frente a la colección de superestrellas estadounidenses.

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Podría seguir con su hoja de servicios, pero el artículo requiere de síntesis y cierta apertura de la panorámica. Hace no tanto, a Gasol le hacían de menos en Estados Unidos con el apelativo de soft, blando. A las críticas, se sumó su “hermano” Kobe Bryant. La idea que recorría esos reproches era que Gasol era demasiado bueno, demasiado educado en la cancha, que tenía que subir 2 o 3 grados su temperatura competitiva.

Un plus de agresividad (velocidad de ejecución más determinación ganadora) que sí hemos apreciado, por ejemplo, durante el reciente europeo o en la reciente temporada con los Bulls (evidentemente, con los Lakers también, pero a ver quién es el guapo que se quita un sambenito cuando todos los ojos están centrados en encontrar tus momentos de debilidad o…Amabilidad. Un caballero que no puede serlo, Cary Grant habría pedido la retirada anticipada…).

Amabilidad en justa sintonía con las hazañas que ha protagonizado (los 40 puntos y 11 rebotes contra Francia han sido una reconciliación con la infancia para muchos de los que amamos este deporte, por la intensidad y alegría con la que hemos celebrado sus canastas). El caso es que sus mates, ganchos y triples, que han guiado al éxito colectivo, le han convertido en el hombre del momento en nuestro país.

Antes de ayer, sin ir más lejos, me crucé en Hortaleza, camino de entrenar a los chavales, con una madre que le explicaba a su hijo qué significa ser MVP (lo decía en inglés). Eso por no hablar de la novia de un amigo que ha amenazado con divorciarse de él si sigue empapelando las conversaciones con las cualidades de Gasol.

De todo lo que se ha dicho de Pablo Pacífico (dos maneras de traducir su nombre del catalán que ponen de relieve su capacidad para focalizar su creatividad y agresividad en la cancha, de una manera constructiva) me quedo sobre todo con su capacidad para aglutinar al equipo con sus gestos y declaraciones, explicando aquello a lo que se refería Wooden cuando decía que “la estrella es el equipo”.

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Desde este lugar del pabellón, a uno le queda la impresión de que la grandeza de Gasol reside en una infrecuente mezcla de suavidad (cariño hacia el compañero, limpieza en los movimientos y visión panorámica para repartir el juego), y autoexigencia (basta con comparar su actual cuerpo de Hulk con el que lucía de Shaggy al principio de su carrera), que se traduce en una mayor consistencia mental y competitiva, además de la ampliación de sus recursos en el poste bajo, proyecto que no para de crecer, en el que este Europeo lo más destacado ha sido la utilización sistemática de ese ganchito de media distancia con el que seguro que el señor Jabbar ha soltado alguna lágrima de nostalgia.

Dicho de manera más directa, el éxito de Gasol descansa en que no se refugia en una armadura de superestrella ególatra. Por momentos, su actitud es la de un recién llegado que se esfuerza en conectar con todos (desde los fisios a la entrevistadora de televisión) con un gesto cómplice y amable. Esa actitud, la del tipo que pega un abrazo a sus adversarios en el quinteto ideal del campeonato, revela por qué Gasol despierta tanta simpatía: su liderazgo es el de “yo soy uno de los vuestros”.

Vale que la naturaleza le ha bendecido con la altura de un rascacielos y la cabeza de un médico (su opción preferente de no haberse dedicado a la canasta). Pero no es menos cierto que él ha honrado ese don con montañas de esfuerzo (en la sala de pesas, con los especialistas NBA con los que ha afinado sus movimientos en el poste bajo y…con su mejor actitud para encajar los dardos, a veces malintencionados, a veces motivantes, de la prensa, Kobe o el propio Phil Jackson.

Al final, lo que queda de sus demostraciones frente a equipos como Grecia, Francia y Lituania es su sentido de la libertad (responsabilidad para querer guiar a un grupo y coherencia para hacerlo con tus acciones), el compromiso (Pau se divierte y compromete más si cabe cuando juega con sus amigos en los veranos) y la valentía para dar un paso adelante cuando mayor es la adversidad.

En esos momentos, se agradece contar con un amigo que sepa mirar a los ojos al problema y los gestione con determinación y cabeza. Después de todo, la grandeza de Gasol es que ha construido ese liderazgo conectando con su supuesta vulnerabilidad (amabilidad, juego en equipo, caballerosidad en la cancha) y poniendo esta al servicio del equipo…Y es que la verdadera naturaleza de los héroes se demuestra cuando deciden jugar sin armadura.