Salamina

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El Olympiacos hizo de la necesidad un arte y exprimió cada decilitro de talento que había en su depósito, con el inefable Spanoullis al comando. El Barça padeció el comunmente conocido como mal de altura, que sólo JC Navarro parece capaz de ignorar con una regularidad de leyenda. El caso es que el equipo del Pireo se ganó el billete para la final en virtud de un partido maravilloso. Theobald Philips nos lo explica con el encanto de un admirador de la cultura (y el baloncesto) helena.

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Salamina

Theobald Philips

14.mayo.2012

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Fuente fotos: www.euroleague.net

Spanoulis y Navarro dialogaron talento durante todo el partido. La Bomba estuvo solo, y perdió; al de Larissa le ayudaron sus compañeros, y jugará la final


Si los hoplitas atenienses no habían podido vencer a un equipo superior, como hicieron sus antepasados en Maratón, ¿podría la flota de El Pireo reditar la victoria de Salamina ante los almogávares del Barcelona? Los armadores Angelopoulos, varados por la crisis griega, este año no han podido caer en dispendios y dotar al Olimpiacos de los portaviones NBA de otros años, botando esta Euroliga un equipo de poco tonelaje (salvo por el ex-baskonista Dorsey) pero encomendado al explosivo talento anotador de Spanoulis, a la hornada griega del 90 (Printezis, Papanikolau), y al saber del viejo almirante Ivkovic. Enfrente, el Barcelona con una de las plantillas más completas del continente, rodada por varios años de conjunción bajo la batuta de Pascual y completada por la visión de auténtico (¿boy?)scout de Chichi Creus, se presentaba como favorito a pesar de la fascitis plantar de Navarro, una inoportuna gastroenteritis de Ndong y la maldición del base (que nunca parece rendir al nivel esperado). Su tarjeta en la competición era prácticamente inmaculada, con sólo una derrota en Siena y, además, llevaba ya las últimas jornadas ACB repasando conceptos defensivos, en preparación de esta Selectividad que es la Final Four.

No obstante, Olimpiacos empezó más centrado, apretando a los barcelonistas atrás y encomendándose a las piernas de Spanoulis en ataque, esos muslos explosivos que le equilibran aunque se choque contra un muro y le permiten que todo lo que se tira, entre fácilmente ¿Gallis redivivo? Mucho decir, aunque es claro que el juego del de Larissa (sobre todo en penetración) a veces recuerde mucho al del mítico greco-americano. En el Barça, sólo Ndong daba la talla defendiendo con intimidación y anotando cuando podía; los demás, parecían sombras de sí mismos. Navarro, siempre pundonoroso, con su planta del pie dolorida, corría y corría consciente de que su sola presencia en cancha es determinante, aunque le era difícil encontrar posiciones. De hecho, no logró anotar hasta pasados casi tres minutos del segundo cuarto. Pero ¿los demás?

Olimpiacos luchaba cada balón, y estancaba el tanteo en los 4/6 puntos de ventaja. En el Barça, el juego exterior no existía (especialmente negativa la aportación de Mickeal), todas sus canastas eran de sus interiores: quitando la citada de Navarro, sólo Sada había marcado a 3 minutos del descanso…y de rebote ofensivo. Eso ayudaba a los griegos que, sabiéndose inferiores, se iban cerrando para negar con los músculos de Haines, Peric y Dorsey espacio a los centímetros de Wallace, Ndong, Vázquez y Perovic. La Bomba vio su oportunidad y, olvidándose del dolor, empató el partido con 5 puntos consecutivos, pero los pireotas devolvieron el parcial con un extraordinario juego dos contra dos de Spanoulis y Dorsey. Al descanso, 33-29. “¿Quién quiere más ventaja” –se dijo el paciente Ivkovic- “si con esa podemos ganar?”.

En la segunda parte, el Regal no superó sus nervios y falló todo lo fallable. En cambio, Olimpiacos mejoró sus porcentajes y, al omnipresente Vassilis, añadió a Printezis (que fue el que vieron los ojeadores de Unicaja en su día) y al 4×4 Haines. La diferencia se disparaba (33-41), ya que además Ndong, verdadero pilar blaugrana del primer tiempo, se había quedado sin gasolina. El cambio por Vázquez fue providencial, ya que el de Chantada embocó varios puntos y tapones consecutivos, remontando la diferencia y evitando que el partido se rompiera.

Acción-reaccion, Printezis y Papanikolau sacaron a pasear el orgullo griego, apoyados por el eficaz Law, que daba un descanso a Spanoulis. El 43-50 que puso la segunda unidad de Olimpiacos pudo ser maquillada antes del cuarto final gracias a Navarro (como siempre), así como al oscurecido Lorbek, que consiguió hacerse un pequeño hueco en la zona. 47-50, la final de la Final estaba todavía a tiro de los de Pascual.

En el último cuarto, las estrellas no se escondieron. Era un diálogo en el que una y otra vez Spanoulis estiraba el marcador, y Navarro lo encogía. Faltaba poco, y a pesar de todas las taras, a pesar de toda la gente que no estaba (Mickeal, Eidson, Ingles, Huertas), el Barça estaba a dos puntos gracias a La Bomba y a su dominio del rebote. Pero de esas dos cosas, en ese momento, precisamente en ese momento que era el momento, decidió regalar una: el rebote. Dorsey cogió un rebote ofensivo y, como Chichi Creus dice, “rebote ofensivo, triple seguro”; de Printezis.

Otra vez los cuatro puntos, otra vez remar contra corriente, y otra vez Dorsey que cogía rebotes ofensivos que durante el resto del partido habían sido del Barcelona. En un último esfuerzo defensivo, los azulgrana intentaron recortar gracias a los puntos del incombustible Navarro desde el tiro libre, pero Spanoulis desde el 6’75 y Dorsey desde debajo del aro, certificaron una derrota. La pésima ejecución de la última jugada, con pérdida infantil de balón y tiro en mala posición, resumieron perfectamente la actuación del Barcelona en esta Final Four y por qué un Olimpiacos inferior le había privado (63-66) de luchar por el título. Tres puntos, Ivkovic se había equivocado por uno. La flota griega había vencido en Salamina.

 



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