Sarunas Marciulionis: pionero, penetrador, periodista

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Si no tuviste la suerte de ver jugar a Sarunas Marciulionis (Kaunas, Lituania, 1964), te podríamos dar una idea de su excelencia diciendo que fue algo así como el Drazen Petrovic del baloncesto báltico: menos imaginativo pero más completo en el balance ataque-defensa. Marciulionis fue un pionero en el sentido más amplio de la palabra. Con la selección soviética logró el oro olímpico (Seúl 88) y un subcampeonato europeo (Atenas 87). Asimismo, fue el primer jugador lituano en debutar en la NBA, donde se ganó una sólida reputación como sexto hombre, hasta el punto de estar seriamente nominado para ser elegido el mejor hombre que salí del banquillo en el 91 y 92. Precisamente, en el 92 lideró la selección lituana, junto a Arvydas Sabonis y la pilotó hasta la medalla de bronce en los JJOO de Barcelona. Cuando enfilaba el camino a canasta, nada parecía imposible para este hombre lleno de inquietudes vitales.

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Sarunas Marciulionis: pionero, penetrador, periodista

Pedro Fernaud

 

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Sarunas Marciulionis marcó época en el baloncesto FIBA de finales de los ochenta y principios 

 de los noventa con sus recursos para galvanizar el juego de un modo eficaz y variado.

Fuente de foto: fiba.com.


El juego de Sarunas Marciulionis tenía algo de danza ritual. Amagaba la entrada, botaba, hacía malabarismos y cuando te querías dar cuenta atacaba el aro con la determinación de un tanque soviético, suavizando la maniobra con movimientos gimnásticos, donde rectificaba en el aire para garantizar la cesta.


Así pues, tenía cuerpo de escolta (1’96 con musculación apropiada para competir en la NBA) y juego anfibio, a medio camino entre la mirada periférica (y pericia pasadora) de un base y el instinto asesino de un dos. Cualidades que forjó durante años de disciplinada práctica deportiva en su Lituania natal, enmarcada durante la Unión Soviética en su primera juventud. Por aquel entonces, jugaba con el Statyba Vilinius (1981-1989) con el que debutó con 17 años y gracias a cuya proyección se convirtió en una de las referencias de la Unión Soviética.


En aquella selección coincidió con sus futuros compañeros de la selección lituana, cómplices de la clase de Sabonis, Kurtinaitis u Homicius. Con ellos rozó la gloria frente a una selección griega que convirtió Atenas (donde se celebró el Europeo del año 87) en un infierno alimentado por dos cancerberos diabólicamente talentosos llamados Nikos Gallis y Panaiotis Yannakis. Y también junto a ellos (y otros talentos rusos como el inolvidado Axender Volkov), desacreditó todos las quinielas de los expertos para tumbar en semifinales a los Estados Unidos de David Robinson en los JJOO de Seúl, donde la maquinara roja revalidó la gesta del 72 para volver a colgarse el oro.


Tanto talento no pasó desapercibido para los Golden State Worriors (ubicados en San Francisco, la ciudad del amor), que lo draftearon en el 87. Tras dos años de múltiples gestiones (por entonces que un deportista soviético jugara fuera de su país era tan complicado como que hoy día por ejemplo Pep Guardiola coincida alguna entrevista personalizada), Sarunas desembarcó en San Francisco y causó sensación.


Con un don para jugar a este deporte, pulió al detalle su torso hasta muscularlo a la manera de un madelman. Mejoró su velocidad de ejecución de tiro y afinó las cuerdas de sus cualidades defensivas. Por aquel tiempo, podía haber puesto un anuncio que dijera algo asó como: perro de presa en defensa, gimnasta de la penetración en ataque. Era misión casi imposible neutralizarle cuando enfilaba el camino a canasta mediante una entrada. Sirva este vídeo para ilustrar esa habilidad para desdoblar defensas:

 

 


En la NBA se labró una estupenda reputación. A la consistencia de su juego se unían los rasgos de una personalidad poliédrica: reportero ocasional para aquellos diarios que le demandaran un buen análisis del juego, melómano empedernido y un tipo muy concienciado de los problemas y la realidad de su comunidad.


Obviamente, se llevó un alegrón cuando la Unión Soviética se desmembró y su nación, Lituania, pudo al fin competir de un modo autónomo. Consciente de lo complicado que puede ser gestionar la vida de un equipo nacional con dignidad (con la Unión Soviética había tenido que costear algunos hospedajes de su propio bolsillo), Sarunas movilizó dinero (200.000 dólares de la época) y coordinó voluntades para que su recién estrenada nación conquistara la medalla de bronce en los JJOO de Barcelona.


Una presea que supo especialmente bien porque se la ganaron al equipo que representaba el espíritu de la recién desaparecida URSS, la CEI (Comunidad de Estados Independientes) por un tanteo de 78-82. Para hacerse una idea de la dimensión de su juego, señalaremos que en la segunda jornada de competición, Marciulionis lideraba la tabla de mejores pasadores, con una media de 10 asistencias, por delante de nombres tan ilustres como el de ‘Magic’ Jhonson.


Para alegría de sus compatriotas, no fue la única gesta que regaló a su recién liberado país. En Atlanta 96 repitió bronce, esta vez conquistada frente a Australia (80-74). Por no hablar del subcampeonato europeo que consiguieron en Atenas 95, donde su selección sucumbió en la final ante una selección yugoslava superpoblada de talento, con tipos como Vlade Divac, Pedrag Danilovic, Dejan Bodiroga o Sasha Djorjevic. Campeonato por cierto en el que brilló tanto que acabó siendo elegido como MVP de la competición.


De todos modos, lo que le granjeó la admiración mundial de la tribu del baloncesto fueron sus gestas en la NBA, donde jugó durante siete temporadas. Su curso más brillante fue el 2001-2002, donde promedió 18,9 puntos y 3,4 asistencias por partido con los Golden State Warriors.


En San Francisco permaneció hasta el 93. Durante ese tiempo, tuvo ocasión de ganarse el corazón de los aficionados de la ciudad por su ayuda en las labores de salvamento del terremoto que sacudió aquella ciudad el 17 de octubre de 1989, con el fatal balance de 67 personas muertas. Tras perderse una temporada completa a resultas de una grave lesión de rodilla, fue traspasado a los Setalle Supersonics (1994-95), desde donde encadenaría otros dos años en diferentes franquicias: Sacramento Kings (1995-96) y Denver Nuggets (1996-97).


Hoy día, el señor Sarunas sigue gestionando la escuela de baloncesto que en su momento creó en su país natal para alejar a los chicos de “las drogas y la falta de horizontes vitales”. Asimismo, es un exitoso empresario (uno de los hombres más poderosos de su país) y continúa cultivando su melomanía.