Tiago Splitter: madera de leyenda

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Tiago Splitter tiene genes de germano apolíneo. Pero lo suyo no son las distracciones. Este gigante de 211 centímetros centra su alma en gobernar la ACB con una rara mezcla de naturalidad y eficacia dentro de la zona, donde rebotea y anota con una habilidad que remite a las elegantes torres que dominaron la NBA durante los 70 y 80. A sus 25 años, el pívot brasileño ha logrado una regularidad que no sólo le ha granjeado el MVP de la competición regular, sino que también le ha permitido guiar al Caja Laboral hasta la misma antesala de la final de la Liga ACB.

 

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Tiago Splitter: madera de leyenda

Pedro Fernaud


Algunos jugadores tienen una historia personal que engrandece la proyección de su juego. Tiago Splitter pertenece a esa estirpe. Con 20 años, era una jovencísima perla recién reclutada por el entonces TAU de Baskonia. Llamaba la atención por su potencial: 2’11, largos brazos, movimientos excepcionalmente coordinados para su talla. Disfrutaba de minutos y se hababa como el futuro sucesor de Scola. Tenía la confianza de su entrenador, Dusko Ivanovic.

 

Tanto fue así que disputó los últimos minutos del último partido que enfrentaba a los baskonistas con el Real Madrid. Preludio del verano de 2005. En juego, un campeonato de liga. Penúltima posesión del choque. Al saque, el joven junco brasileño. Muchos jugadores, una buena defensa madrileña. En ese momento, nuestro protagonista sufrió un agudo momento de indecisión. No había un pase claro. Se tuvo que comer la pelota.

 

El Madrid disfrutó de una última posesión. Y Alberto Herreros ingresó en la mitología del baloncesto con una canasta triple que sólo parecía posible en ciertas películas. Máxime si tenemos en cuenta que los blancos habían volteado un marcador en el lapso de poco más de un minuto; cuando estaban abajo por más de 10 puntos.

 

Después de una acción así, la mayoría de jugadores jóvenes se hubiesen venido abajo. Pero Tiago no. El gigante brasileño se crece en las adversidades. Durante ese verano esculpió su tierno físico con determinación y fiereza. Y desde la temporada siguiente pasó a ser una pieza clave en los esquemas de juego baskonistas.

 

Hoy día, el señor Splitter gobierna las pinturas de la ACB. Ha sido designado con todo merecimiento como jugador más valioso (MVP) de la temporada regular. Sus medias estadísticas refrendan la votación efectuada por entrenadores, jugadores, medios de comunicación y aficionados. Splitter lideró el apartado de valoración de liga, con una media de 21,2 puntos, superando con holgura al segundo clasificado, Gerald Fitch, 17,9, y los 17,7 del tercero, el emergente Carlos Suárez.

 

El pívot de Joinville fue el sexto mejor anotador en la competición regular (15, 7 puntos) y el octavo en capturar rebotes, con una media de 6,72 rechaces. Las palabras con las que recibió este galardón explican bien su carácter: “He seguido un camino natural, creciendo cada año y trabajando muy duro”.

 

En sintonía con ello, su dedicatoria habla de un tío con las ideas (por no decir sentimientos) claras y los pies pegados a la tierra: Sería muy difícil decir a todas las personas a las que se lo podría dedicar, pero especialmente sería a mi familia, a mi novia y a la gente que está más cercana a mí, que han estado conmigo todo este tiempo”.

 

Así es Splitter. Un tipo que se gana las simpatías de los desconocidos con su carácter afable y educado tras los partidos, donde sólo tiene un sí para los aficionados que le solicitan un autógrafo o una foto al final de un encuentro. También es un tipo fiable para los periodistas si se trata de resumir los partidos, donde se expresa con precisión, sencillez y sentido común.

 

En la pista, Splitter es un regalo para la vista de los aficionados. Quedan pocos jugadores con su textura competitiva. En un tiempo en el que los jugadores grandes quieren ser estilistas y afinar su puntería sin lastimar su carrocería, el gigante brasileño coge el toro por los cuernos. Va fuerte a por el rebote.

 

Se pelea con quien haga falta en una arena done los golpes multiplican su impacto por la fiereza (y carrocería) de los contendientes, que cincelan su anatomía de por sí superlativa con un trabajo despiadado en el gimnasio. También domina el arte de defender por anticipación, con una buena lectura de las defensas en tres cuartos, donde mezcla técnica, instinto y agresividad.

 

En ese entorno, Splitter combina lo grueso con lo fino. Es de los pocos que sabe bloquear bien un rebote (en tiempos y ejecución). Tiene instinto para capturar balones divididos, como se está viendo en la serie que enfrenta a su equipo con el Madrid. Y juega de espaldas al aro como se hacía en la NBA de los 70 y 80: con elegancia y academicismo. Tuvo un buen maestro en la figura de Luis Scola.

 

Pero él agrega un plus de agresividad y longitud de brazos que lo hacen más temible que el argentino. Además, todavía con 25 años, su futuro se presenta elástico. Se da por segura su marcha a la NBA el próximo curso. Es el momento idóneo para hacerlo, en un entorno donde podrá aprender del que posiblemente sea el ‘4’ con más clase de la liga en los últimos dos decenios en la NBA: Tim Duncan.

 

Pero antes de marcharse con los San Antonio Spurs, el equipo que tiene sus derechos en la NBA Tiago quiere guiar a los suyos a una última gesta: ganar el título de Liga. Para dirimir ese privilegio con el Barça, antes tiene que deshacerse del Madrid. El domingo veremos que sucede. Pero a buen seguro que veremos una versión encendida del que, posiblemente, haya sido el mejor pívot que ha cobijado la ACB desde que Arvydas Sabonis también decidiera en su momento dar el salto a la mejor liga del planeta.